“No hay ningún poeta que se llame Ignacio Parra”, aclara Jeremías Gamboa sobre uno de los personajes que aparecen al principio de Contarlo todo, una especie de gurú afiebrado de la “poesía masiva con fines de lucro”. “Imaginé un taller muy esperpéntico porque estudié en una universidad en la que no hay facultad de Letras, pero sí hay un taller de literatura. Y es una universidad muy pituca y la gente era como de revista, por lo menos los años en que estudié. Llevé eso al extremo y metí ahí todos los personajes más extraños que conocí en mi vida universitaria.” Gabriel Lisboa, en un momento de la novela, saca de la biblioteca un libro de Antonio Cisneros (1942-2012), el poeta que admira su amigo Santiago Montero, y comienza a leerlo. “El poema de Cisneros me conmovió mucho; habla de su orfandad en una universidad inglesa mientras mira un campus que desconoce. En ese momento yo era un chico en una universidad que no entendía muy bien y también estaba desprotegido”, plantea el narrador peruano. “Fue una pena que, cuando la novela salió, Cisneros ya hubiera muerto. No alcanzó a leer este homenaje que le rendí en Contarlo todo.”