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Lunes, 14 de julio de 2014

LITERATURA

El aire del desierto

¿Cómo surgió el nombre Abisinia?

–De todos los lugares a los que he viajado, me siento muy cómoda en las ciudades por haber nacido en Buenos Aires; eso es muy porteño. Pero siempre me gustó el desierto, es como si me transformara. Desde algo modesto como las Salinas Grandes, que vi cuando era muy joven, hasta el desierto en Egipto. Si uno está de espaldas a las chucherías que venden, todavía no hay horizonte. Lo único que podemos decir es que está el cielo protector de (Paul) Bowles. Como dice Lawrence de Arabia, uno de mis autores preferidos, me gusta el aire del desierto. En mi caso, en vez de sentir que me aplasta o me achata, siento una especie de levitación, de entusiasmo. La otra razón es que soy una criatura diurna. Me levanto a escribir cuando amanece y estoy perfectamente lúcida y con ganas de vivir. A medida que avanza la noche es como si languideciera o agonizara. Entonces la luz es importantísima para mí. Puedo distinguir el celeste del cielo de Buenos Aires, cuando está como hoy, claro y transparente, que no se parece a ningún cielo celeste que haya visto. Abisinia es el nombre antiguo de Etiopía; entonces relacioné la luz, el amarillo. Cuando pensaba en la idea de pintores que han buscado determinado color, así como los músicos buscan una nota, lo que veía era un espacio muy grande. Y se me ocurrió Abisinia.

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