Miércoles, 24 de septiembre de 2014 | Hoy
CINE
Revista de cine generó interés e intriga desde antes de su lanzamiento y bastó que los primeros ejemplares estuvieran impresos para que surgieran las primeras polémicas y discusiones sobre su tono, contenido e intenciones. El primero en devolver la pelota fue el crítico Diego Batlle, en su sitio web Otros Cines. En un largo texto titulado “Directores vs. críticos”, Batlle celebra la aparición de Revista de cine, pero se apura en afirmar, en referencia a la nota de apertura de la publicación, una conversación cuyo blanco principal es la crítica de cine actual, que “no casualmente esta primera edición arranca con un largo diálogo entre los siete integrantes del comité de dirección. Lo que en principio parece una charla cinéfila sobre tópicos históricos más o menos previsibles (los Cahiers, Agee, Bazin, Antonioni, Hitchcock, Lang, Eisenstein) y algunos autores contemporáneos (Miguel Gomes, Albert Serra), va derivando poco a poco hacia el ajuste de cuentas, la desvalorización, las comparaciones forzadas y una sensación de enorme desprecio”.
Refiriéndose a ese mismo diálogo, Eduardo “Quintín” Antín, en su columna dominical del diario Perfil, escribe que en esas páginas “predominan la confusión, el rencor, el ninguneo y el lamento de directores que se quejan porque no son acompañados por los críticos como se lo merecen. En ese aspecto, se acercan a la tradición más industrial, nacionalista y vetusta del cine local”, para afirmar luego que “el resto de las 136 páginas contiene unas cuantas notas orientadas a dotar a la revista de prestigio cultural, a abrumar al lector con análisis minuciosos o a proseguir la batalla por refundar (o refutar) la crítica desde una perspectiva entre académica e insidiosa, con pocas aristas originales”.
Sumando más voces a la polémica, el realizador Nicolás Prividera publicó, en el mencionado sitio Otros Cines, un extenso análisis, nota por nota, de la publicación, que termina con la siguiente frase a modo de conclusión: “Pero siempre hay esperanza de redención. Si Revista de cine decide asumir su nombre propio y sus puntos ciegos, tal vez podamos leer a Filippelli hablando del malogrado ‘underground’ en vez del estéril ‘grupo de los cinco’, o a Llinás hablando del popular Favio más que del populoso Lang, o a Hevia procesando a Szifron antes que a Prividera, y a Wolf escribiendo sobre Tierra de los padres más que de su apacible Tabú... Sería más interesante (y más honesto) que tener un ‘villano invitado’ por capítulo, como en la vieja serie Batman. O que seguir quejándose de los demonios sin hacer acto de contrición. Tiempo para pensarlo les sobra, visto que la revista es anual”.
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