En 2013, el Incaa lanzó el programa Bloody Window (“Ventana sangrienta”), un homólogo del Ventana Sur, que sirve para promover el cine nacional en el exterior. Allí, señalan los directores y productores consultados por Página/12, se presentan las películas a empresas de afuera, se llama a concursos con jurados internacionales y se anima al sector. El intento es acceder a los mercados de afuera, donde el cine de terror tiene buena circulación. “Hay mercados pequeños en España, Estados Unidos y Asia”, plantea Gabriel Grieco, quien señala que ya hay experiencias de ventas al exterior, incluso en países latinoamericanos.

“En general, el terror es universal y son películas con pocos diálogos, entonces son más fáciles de traducir y nuestra tonada no es un obstáculo en América latina, donde a veces si no está Darín les cuesta entendernos.” El cine de terror nacional, evalúa, se sostiene más a partir de los climas que de los efectos especiales. Por otro lado, entre los nichos a afianzar, observa, están los mercados donde el “directo a DVD” funciona bien.

Daniel de la Vega considera que el proyecto Bloody Window tiene la característica de albergar “a la estirpe que viene de la independencia y ahora se profesionalizó, se metió en la industria”. Javier Diment, en tanto, considera que el estado de cosas actual ya permite plantearse la disyuntiva entre producción independiente y apuntar a productores. “Si hacés películas para productores, te contratan y tenés un montón de llegada, pero ninguna independencia. Pero quizás eso te da más independencia luego para tus cosas o que esa misma gente te compre tu producción más personal”, reflexiona. “Ahora el Instituto está más abierto, entonces no es imposible seguir haciendo cosas independientes aunque el éxito de taquilla no te favorezca.”