Sábado, 29 de agosto de 2015 | Hoy
LITERATURA
Martes 31 de octubre
De pronto recordé, como me pasa siempre, una imagen en la que soy yo mismo, recién llegado a La Plata, hace seis años, sentado a la confitería París con Alvarado. El recuerdo en el que hay algo en juego que yo no puedo adivinar tiene siempre la misma forma: una instantánea, un flash que se cruza frente a mí como una iluminación y me veo a mí mismo en la escena del recuerdo. Como si fuera a la vez el que ve la escena y el que participa en ella. No es la memoria involuntaria de Proust, se parece más bien a una suerte de cinematografía privada, de vez en cuando el proyecto empieza a funcionar y veo un par de escenas de mi vida. Eso sucede sin que yo esté preparado y sin que sepa qué es lo que ha provocado la aparición de la imagen.Hoy cobré veinte mil pesos en lo de Jorge Alvarez con los que podré sobrevivir con cierta seguridad y sin sobresaltos hasta diciembre. Mientras llegan ecos del libro, noticias de la edición de La invasión en La Habana, Andrés Rivera me trae de Montevideo un folleto de Casa de las Américas con noticias sobre el libro, una reseña y una foto en la que veo la tapa del libro impresa en color verde. El primer libro es el único que importa, tiene la forma de un rito de iniciación, un pasaje, un cruce de un lado al otro. La importancia del asunto es meramente privada pero nunca se puede olvidar, estoy seguro, la emoción de ver por primera vez un libro impreso con lo que uno ha escrito. Después, hay que tratar de no convertirse en “un escritor”.
* Fragmento de Los diarios de Emilio Renzi, Años de formación, páginas 329 y 330.
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