Sábado, 3 de octubre de 2015 | Hoy
CINE
El Proyecto Neo Muralismo de Mariano Llinás tiene su extenso manifiesto y comienza así:
“El cinematógrafo aceptó demasiado velozmente su reclusión en salas de proyección. Tomó prestado de su pariente más cercano, el teatro, el diseño que habría de acompañarlo a lo largo de un siglo y un poco más: el esquema de funciones periódicas, repetidas y circunscriptas a un horario estricto, la oscuridad, los asientos alineados y en declive, el espectador atento, inmóvil y silencioso. Ese ritual rápidamente se confundió con su objeto; el Cine fue, durante demasiados años, ‘Ir al cine’ y a esa recurrente ceremonia le debemos la existencia de Chaplin, de Welles, de Greta Garbo y de Bogart; le debemos el simio enamorado que encuentra la muerte en la cima de un rascacielos, le debemos la melancolía final de Mastroianni contemplando un monstruo arrojado a la arena una madrugada clara y a Belmondo volando por los aires envuelto en cartuchos de dinamita y con la cara pintada de azul. Sabemos que en esas butacas y en esa oscuridad, frente a esa pantalla silenciosa y lúcida (la definición es de Borges) lo hemos visto todo, y hemos sido testigos del siglo y de la belleza del mundo. Pero sabemos también que esa ceremonia está muriendo, y que acaso todos nuestros esfuerzos por mantenerla viva no sean otra cosa que maniobras engañosas de un desesperado optimismo, y que sino somos nosotros, acaso sean nuestros hijos o nuestros nietos quienes deban presenciar ese pequeño fin del mundo que todos intuimos: la última proyección cinematográfica.
Y así, en ese clima final, es que aparecen las enormes pantallas de Led, en las que los films pueden ser vistos a plena luz del día y en la calle. ¿Y qué vemos en ellas? ¿A qué imágenes está consagrado ese nuevo invento? Pues a imágenes esclavas, a naderías comerciales, a invasivos fuegos de artificio de empresas y de gobiernos: automóviles a gran velocidad conducidos por estrellas de cine, jugadores de fútbol empujados dentro del cuadro sin saber bien qué hacer, políticos amables y sin corbata recorriendo las barriadas agradecidas y sonrientes. Millonarios y más millonarios: la ruindad y la tristeza del mundo.
El Proyecto Neo Muralismo se propone arrebatarle sus pantallas a ese diablo gritón y altanero, y reclamarlas para las imágenes libres, para el ejercicio de la poesía y de la belleza.
Así de simple, así de difícil, así de ambicioso.”
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