Imagen: Gentileza Juan José Coronell.

La 56ª edición del Festival de Cosquín está llegando a su culminación y ya es posible repasar algunos puntos altos y bajos. La inclusión de artistas que no contaban con espacios en ediciones anteriores, la reducción de músicos por noche (suben un promedio de 12 por luna) y la posibilidad de que de- sarrollen sus propuestas durante, al menos, 20 minutos son algunos de los puntos para destacar. De todos modos, los desaciertos de las comisiones anteriores –como poner demasiado acento en los nombres por sobre el concepto– hicieron que el público mermara un poco este año –es verdad, la incertidumbre por el cambio de gobierno hizo que el turismo en general sea menor–. En líneas generales, la grilla mantuvo un variado y elevado nivel artístico. Si hubiera que detenerse en la diversidad, fue destacable la propuesta de la delegación de Santa Fe, que juntó en un mismo escenario al trovador Jorge Fandermole y la emblemática banda de cumbia Los Palmeras –aunque, hay que aclarar que ambos tuvieron segmentos propios y no compartieron temas.

Para los que gustan de las propuestas espectaculares, lo de Soledad, quien celebró 20 años en Cosquín, fue lo más sobresaliente de la semana. La cantante de Arequito reunió en su concierto a una amplia gama de invitados, como Abel Pintos, Los Nocheros, Jorge Rojas, Chaqueño Palavecino, Los Tekis, Los Alonsitos, Luciano Pereyra, Raly Barrionuevo, Yamila Cafrune, Cuti y Roberto Carabajal y Los Manseros Santiagueños, entre otros. “Desde 1996 no vivía una noche tan especial. Eso es el folklore, no pensé que iban a venir todos”, dijo Soledad, entre lágrimas. Además, recibió un saludo grabado de Horacio Guarany y cantó una canción con Mercedes Sosa, cuya voz e imagen se proyectó en una pantalla gigante. Desde otro enfoque, Peteco Carabajal sorprendió al público iniciando su concierto en el medio de la Plaza Próspero Molina. Rodeado de cámaras fotográficas, carteles y palmadas en la espalda, el cantor santiagueño tocó solo con su guitarra una serie de canciones que definen una postura política fuerte dentro del folklore: “El arriero” de Yupanqui, “Si se calla el cantor”, de Horacio Guarany, y “Canción con todos” de Armando Tejada Gómez y César Isella. Ya en el escenario, se despachó con “Guerrillero santiagueño” y “Memorial de los patios”, entre otras.

Entre los músicos de las últimas generaciones –aunque muchos de ellos vienen trajinando hace 15 o más años por las peñas y los espacios más pequeños– que sobresalieron, se encuentran los sureños de Che Joven, quienes reivindicaron las luchas mapuches e invitaron a Rubén Patagonia, un referente de la región. Milena Salamanca también se robó los aplausos con su vos dulce y sentida. Desde Santiago del Estero, el dúo Orellana-Lucca (foto) le puso su sello personal a la chacarera y a joyas del cancionero popular, como “El cosechero”, de Ramón Ayala. “No esperábamos tan buen recibimiento del público teniendo en cuenta que la mayoría de las canciones que tocamos son nuevas”, le dice a Página/12 Manuel Orellana en referencia al nuevo disco, Hermanos (2015). “Es un disco doble con 18 canciones propias y de otros autores, como ‘Zamba del arribeño’ de Juan Falú. Son canciones que siempre cantamos, por nuestros padres y el lugar de donde venimos”, dice el músico. “Es muy bueno que se les dé espacio a artistas como Emiliano Zerbini, Ramiro González, Che Joven o nosotros, grandes amigos con quienes venimos tocando hace tiempo en las peñas. Todos la peleamos desde la composición y la autoría propia, eso alimenta al folklore”, completa.

Al cierre de esta edición, el acordeonista correntino radicado en Francia Raúl Barboza hacía vibrar a la Plaza con su particular modo de interpretar el chamamé y la música del Litoral, y Los Nocheros cerraban la octava luna con los clásicos de siempre, como “Entre la tierra y el cielo”. “Roja boca” y “Cuando se enferma el amor”.