- Gigantones de llenos de tatuajes, vestidos de negro, con intercomunicadores y teléfonos celulares, merodeaban el bellísimo Hotel San Cristóbal –ubicado junto al cerro homónimo–, donde los Stones ocuparon las lujosas suites presidenciales. Dos recios custodios asomaron sus cabezas cuando el ascensor se frenó en el piso veinte. Los intratables son decenas desde la puerta de ingreso, el lobby y el subsuelo. Pocas salidas fueron interceptadas por fans: Alex Carrasco fue el único privilegiado que esperó a Mick Jagger en la puerta del restaurante El Mestizo, el domingo cerca de la medianoche. “Lo vi llegar y le dije: ‘Hola Mick, hace tiempo que espero este momento’, luego le pedí su autógrafo en el vinilo de A Bigger Bang, nos dimos la mano y me dijo: ‘Nos vemos el miércoles’, hasta ahora me tiemblan las piernas... creeme que nunca se me olvidará”.

- Con una panorámica privilegiada del centro de Santiago, el Twentyone Bar & Lounge se transformó en el lugar de rotación para el staff de la banda. A diferencia del fatídico 1995, esta vez todo permanecía bajo control. En aquella visita previa se sacaron chispas con los productores locales: aún recuerdan que tuvieron que demoler una parte de la entrada Maratón del Estadio Nacional porque no cabía la cobra gigante que traían los ingleses como parte de su espectáculo Voodoo Lounge Tour. Un colaborador chileno recuerda que “el productor inglés ya estaba bastante sorprendido de que nadie le hubiese dado las medidas de la entrada de Maratón”. Luego, superado ese inconveniente, preguntaba una y otra vez cuánto peso soportaba una rampa que había hacia el escenario. La respuesta del staff local dejó mucho que desear a la producción británica. “Supongo que entre 2 y 3 toneladas”, les dijeron. “Entonces hubo una frase que se recuerda hasta el día de hoy, el inglés les dijo: ‘Yo no puedo basarme en sus suposiciones. En las suposiciones están las madres de todas las cagadas’”, se ríe.