Viernes, 15 de septiembre de 2006 | Hoy
DANZA
“El Colón es un teatro maravilloso”, dice Paloma emocionada cuando se le pregunta acerca del primer coliseo porteño. Es que el corazoncito siempre tira a favor de ese gran teatro, que fue su segunda casa y al cual siempre le es grato regresar. “Hice toda la escuela ahí y tengo recuerdos hermosísimos. Fui muy feliz”, recuerda. Paloma comenzó a bailar a los siete años y a los ocho ya había ingresado al Instituto Superior del Teatro Colón: allí cursó toda su carrera de bailarina clásica, hasta que a los 15 años ingresó a la primera compañía estadounidense. Es por ello que Paloma se define como un “producto argentino”. “Porque todos mis maestros fueron de acá –explica–, me fui a los 15 y ese año me contrataron. Si bien me perfeccioné allá y allá me dieron todas las oportunidades, yo me fui hecha. No es que yo era un desastre y allá me cambiaron toda.” Poder decir “soy argentina” le produce gran satisfacción: “Es divino decirlo y poder contribuir, aunque sea con una miguita, para que el país sea bien visto en el mapa. Siempre que se pueda dejar bien parado al país, lo hago. Yo siempre hablo maravillas de este país, porque amo a la Argentina; vengo cada dos por tres y trato de estar acá lo más posible”. De vuelta en la metrópoli porteña, Paloma se muestra cómoda y relajada. Pero es en el escenario del Colón, cuando interprete a la mujer-cisne de El lago..., donde se sentirá realmente “en casa”. Por eso, ya imagina su regreso al gran teatro luego de que finalicen las obras de restauración y actualización tecnológica del Colón, que lo pondrán a punto para festejar, del mejor modo, su cumpleaños número 100. “¡Esperemos que salga todo lindo!”, dice Paloma. “Porque me encantaría, en 2008, poder volver y hacer algo realmente importante en el Colón”, anhela.
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