Lun 15.02.2016
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LITERATURA

Paradojas de la hospitalidad

En un momento de Viaje al fin de la memoria se trabaja con el cliché de que México es un país hospitalario. Uno de los personajes, Merisi, plantea que el mexicano es hospitalario con el exiliado, con alguien víctima de algo como el propio mexicano. ¿Cómo surgió esta reflexión?

–México tiene una paradoja muy grande que está planteada en la novela. Los gobiernos más represivos, que fueron a finales de los 60 y principios de los 70 –en la plaza de Tlatelolco hubo una gran represión y hay desaparecidos de los que casi no se habla–, abrieron las puertas a los exiliados sudamericanos: a chilenos, argentinos, uruguayos, brasileños... Hay una frase que he oído muchas veces y la pongo en la novela: “México para los chilenos y Chile para los mexicanos”. El mismo gobierno que reprimía a su gente abría las puertas a los exiliados sudamericanos; muchos eran intelectuales que vinieron a formar escuelas de psicología y escuelas de sociología. La vanguardia académica llega a la UNAM (Universidad Nacional Autónoma de México) y se hacen cosas maravillosas. Esa es una tradición de la manera en que recibe México a los exiliados, que fue lo que hizo el presidente (Lázaro) Cárdenas con los republicanos españoles. Cárdenas puso a disposición de los republicanos que estaban en Francia barcos para que vinieran a México. Entonces se trae también lo mejor de lo mejor de la inteligencia del momento. Pero no hay albañiles argentinos que hayan llegado a México en los 70. La gran mayoría eran intelectuales, profesores, artistas. La paradoja de la hospitalidad mexicana es qué hacía con su propia gente.

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