Lun 07.03.2016
espectaculos

LITERATURA

Textual

¿Una nube? ¿Una luz rara? ¿Un anciano con la barba interminable? ¿El diablo con todo y sus cachos y sus fuegos? Más y más segundos de silencio, escuchando los bocinazos y los gritos con que los haitianos recuperan tímidamente el control de la ciudad, la normalidad, esa cosa llena de colores que vuelve tras el diluvio.

–No va a llegar sí –explica Carmen Prado, la voz aún temblorosa por el desafío–. No es tonto Dios, no va a estar jugando a que estamos en Hollywood. Es más complicado que eso. Aparece donde menos se lo espera. Ha tenido muchas decepciones en la vida. Le habló a Abraham, que se casó con una vieja estéril, se le apareció a Jacob, que se peleaba con todo el mundo, le habló al tartamudo de Moisés, que estuvo cuarenta años viajando con unos judíos testarudos por el desierto. Se cansó después de eso, imagínate, la última vez lo crucificaron, uno se pone más selectivo después de eso.

(...)

–¿Por qué vives como si creyeras, si no crees en nada? –logra Carmen Prado volver a la seriedad teologal con que oían caer la lluvia hace unos segundos.

–Yo vivo como puedo, mándame. Soy la cocinera de su casa. Soy de Haití, yo no elijo cómo vivo, yo vivo solamente.

–No seas maricona, Elodie, no me mientas a mí. Dime la verdad, somos amigas ahora, estamos solas en este hoyo de mierda, no hay nadie más. Dime la verdad, nadie te va a denunciar. ¿Por qué no crees si crees en el fondo? ¿Por qué eres buena si puedes ser mala?

Nota madre

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