Domingo, 17 de septiembre de 2006 | Hoy
¿Qué otros momentos memorables pueden adelantar de cada entrevistado?
Mariano Cohn: –Me llamó la atención la visión pesimista del mundo que tiene Duhalde; ve un futuro que tiende a deteriorarse. Después de su paso por el poder quedó decepcionado, oscuro. Se siente una cercanía porque se los ve humanos por primera vez; nunca dejan de hablarle al espectador, de dirigirse al pueblo. Se les planteó que usen el mismo dispositivo de los discursos presidenciales, que aquí se resignifican.
–En Duhalde es dramática la confesión del placer por el tiro al tiburón...
M. C.: –Las partes en que hablan de política son las más aburridas. No es usual que se muestren en sus hábitos privados. El secretario de Alfonsín decía: “Ya es suficiente, ya es la hora”.
–Habrán creído que, por momentos, no estaban siendo filmados...
M. C.: –Ellos imaginan un género que es el documental tradicional. Pero igualmente había preguntas fuera de lugar. El género del documental se limita a oponer el bien y el mal, baja línea. Esto es una cosa contradictoria en la que no sabés si el tipo es macanudo, si es un gil.
–Otra escena imborrable podría ser De la Rúa quejándose de su lentitud al hablar...
M. C.: –Hay dos cosas fuertes en De la Rúa: cuando dice que en la Plaza de Mayo no hubo ningún muerto. Y cuando, en su descargo, afirma que es una práctica normal que los presidentes argentinos se vayan antes, desde Alfonsín, Camaño, Puerta a Duhalde. Que todos se fueron a las patadas. Pero quisimos insistir con que no son paracaidistas que llegaron a los codazos. A De la Rúa lo votó el 50 y pico por ciento de la gente.
–¿Qué pasó con la aparición de Kirchner en la película?
G. D.: –Fuimos a filmar y quedó el registro que se ve ahí. Kirchner no terminó el mandato, lo guardamos para la segunda parte. Y además, como no da notas, queda representada su esencia.
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