Un año después de su llegada a la Antártida, mientras trabajaba ordenando los testimonios y la información que había traído consigo, Federico Bianchini publicó su primer libro: Desafiar al cuerpo. Del dolor a la gloria (Editorial Aguilar). En él recopiló diez de las crónicas sobre deportistas extremos y rescatistas que había publicado en las revistas Brando y Gatopardo: entre ellas aparecen dos alpinistas que resignan la búsqueda de su récord y arriesgan sus vidas para salvar la de otra persona, y también la historia de María Inés Mato, una mujer que con una sola pierna logró cruzar el Mar Báltico, el canal de Beagle y estableció un récord nadando veinte minutos en las aguas heladas de la Antártida. Acompañando a un nadador subido a su bote-guía, Bianchini relata en una de sus crónicas las ocho horas que duró el maratón acuático internacional Hernandarias Paraná, y se sumerge luego en las emociones de un corredor que estuvo durante 42 horas en una cornisa, creyendo que lo único que le esperaba era la muerte.

“Yo nunca me había interesado en los deportes extremos. Había escalado y me había tirado de un paracaídas, pero no era consciente de que me interesaban estos temas”, dice Bianchini. “Pero cuando empecé a meterme en ese mundo me surgieron muchas preguntas: ¿Por qué estos tipos piensan sus cuerpos como máquinas? ¿Qué es lo que lleva a una persona a arriesgar incluso su vida por una carrera? ¿Qué encuentran ahí? Me di cuenta de que en las crónicas se jugaban temas como los distintos caminos de la autosuperación, las técnicas para soportar el cansancio y el dolor, la muerte, sobreponerse a situaciones terribles. Y todo eso me atrajo.”

Utilizando en muchos casos la primera persona –como si fueran relatadas por sus protagonistas–, las crónicas de Bianchini transmiten las emociones de los deportistas y rescatistas de una manera directa y visceral. “Es un deporte de elite, muy costoso. Pero a través de estas historias se plantean temas ligados a todo el género humano”, explica Federico Bianchini en relación a uno de los ejes que fue hilvanando su libro. “Muchos de ellos, por ejemplo, viven el deporte como una adicción. Los médicos les dicen que tienen que parar y ellos prefieren morir haciendo deporte. No lo pueden dejar. Hay algo de la desesperación existencial que está en ellos y nos cruza a todos. Yo le preguntaba al Clavo Gutiérrez, uno de los entrevistados, y él me contaba que corría para estar más joven y ver crecer a su hija, pero lo hacía en una actividad que lo podía matar en cualquier momento. ‘Si yo me pusiera a pensar en la muerte viviría angustiado, con miedo a lo que puede llegar a pasar’, me contestó. En algún punto la inconsciencia también te permite vivir. No creo que la salida sea convertirnos en boludos felices, pero tampoco es volvernos unos conscientes agónicos.”