- El acceso a la ciudad tuvo la doble complicación del show de McCartney y la habitual carga de la hora pico en la autopista que une Buenos Aires con La Plata. A medida que avanzaba la tarde, el tránsito se fue haciendo cada vez más denso; de cualquier manera, una vez en la ciudad el escenario era bien diferente al de la reciente visita Stone. Sea por la diferente composición demográfica del público o porque el clima no invitaba al campamento, las calles lucían vacías, sin abigarrados puestos de merchandising espontáneo o choripaneros al paso.

- En ese rubro, la veda de carne verificada en Córdoba no se cumplió en la fecha platense. Los puestos de comida dentro del estadio ofrecían hamburguesas con cheddar y jamón a 95 pesos y panchos a 60. El menú se completaba con cono de papas a 60 y gaseosa, 50. Esta vez, también se vendió cerveza (70).

- El merchandising exige un poco más al bolsillo: la escala de precios arranca en 150 pesos (bandanas, llaveros) y sigue por 200 (credencial), riñonera, taza (250), gorra (350), tour book, remera (400) y buzo (700).

- Como es natural tratándose de McCartney, entre el público podían verse jóvenes nacidos largos años después de la Beatlemania y calvas que testimoniaban vieja pertenencia al club. Fuera por el frío o el precio de las entradas, no abundaban los niños.

- Tras el set de apertura de El Kuelgue, la espera por el número principal estuvo matizado por una especie de megamix beatlesco disparado por un dj en el escenario, un mashup de canciones de los Fab Four y la carrera de Paul sobre una base potente que sirvió para zapatear la fresca.