No hay un dato oficial que lo valide, pero Crespo debe ser el pueblo con mayor cantidad de cineastas por habitante: de esa pequeña localidad entrerriana provienen Maximiliano Schonfeld (Germania, la inminente La helada negra, vista en el último Bafici), Iván Fund y el mismísimo Crespo. Estos dos últimos parecen haber educado sus miradas frente a una misma pantalla, desarrollando así una capacidad de observación de lo cotidiano notable. Santiago Loza, en cambio, nació en Córdoba, pero la afinidad artística confluyó en un trío habituado a repartirse los roles fundamentales de sus películas. Así, por ejemplo, Loza y Fund codirigieron Los labios con Crespo como asistente. Crespo, a su vez, fue camarógrafo de Si estoy perdido, no es grave, de Loza, y éste, uno de los co-guionistas de Crespo (La continuidad de la memoria). “Somos muy amigos y trabajamos juntos desde hace más de 10 años. Estamos siempre muy involucrados en los proyectos de los otros, y creo que algo de eso se transmite y se contagia. Nos interesa ir por el lado que vamos. Nos gusta trabajar con lo que tenemos cerca porque de repente se buscan cosas afuera que en realidad están ahí. Relajando el artificio se puede encontrar lo que se quiere en cosas más chicas y cotidianas”, explica el director de Tan cerca como pueda, quien coguionó –junto con, claro, Fund y Loza– Me perdí hace una semana y se encargó de la fotografía de Hoy no tuve miedo, ambas dirigidas por Fund.

–Sí, puede ser. A medida que pasa el tiempo uno vuelve con el ojo más afilado y va descubriendo cosas. De adolescente uno reniega del pueblo y quiere irse a la mierda, pero con los años te das cuenta de que ahí hay muchas cosas que te representan. Quizás porque el tiempo genera algo en las personas. Yo me creo joven para hacer cosas, pero hay algo del tiempo y de la edad que va trabajando sobre la mirada. En Tan cerca como pueda también había filmado a mi familia, así que casi que Crespo es otra parte de una misma película. Lo que cambia, en todo caso, es uno.