Los libros del cartón
La aparición más festejada del cartonero en la prensa gráfica fue a través de Eloísa Cartonera, emprendimiento del poeta Washington Cucurto que concibió un catálogo de libros de autores como César Aira, Dani Umpi, Cecilia Pavón, el propio Cucurto, editados con tapa de cartón provisto por cartoneros, más baratos que el libro de tapa dura y útil para dar un destino cultural a la recolección de cartones. Fue la irrupción del cartón letrado, la incorporación del cartonero a un circuito productivo, pero también disparador de voces críticas y defensas encarnizadas. Uno de los detractores más vehementes fue el editor Edgardo Russo, quien dijo en febrero de 2004: “La existencia de los cartoneros es un síntoma, la cultura cartonera es una enfermedad: parece una parodia de Fourier, a su vez parodiado por Engels. La división del trabajo encuentra aquí en lo cultural una coartada nefasta. El carácter dramático de la situación se vuelve casi obsceno en la parodia de un artesanato del libro pegoteado con engrudo, donde autores reconocidos prestan textos a un juego snob y sin retorno, souvenires de una crisis que no padecen. La situación es inmejorable para producir. Pero ¿producir qué? ¿cultura cartonera for export, variante desgraciada del realismo mágico? Los libros pueden seguir siendo bellos, e inclusive más baratos”.
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