Wagner Moura dispara con sus palabras como Escobar lo hacía con sus enemigos. “¿Cómo está, hermano argentino?, más hermano que nunca por nuestros gobiernos de derecha neoliberal”, dirá el brasileño en un encuentro furtivo con este cronista en un ascensor tras la conferencia de prensa. Si en persona el bahiano invita al abrazo, lo opuesto sucede cuando encarna a Don Pablo. El actor da en la talla con una mirada intimidante y la pose de un personaje terrible. Encarnación que le ha valido el reconocimiento en todo el mundo (su primera nominación a un Globo de Oro) y más de una crítica por su castellano singular. Palabras que no hacen mella en quien interpretara al rígido capitán Nascimento en Tropa de Elite, y en el futuro hará una película sobre el guerrillero Carlos Marighella. Así defiende al proyecto que lo tiene como protagonista. “Narcos es una serie compleja porque Latinoamérica es compleja, tampoco es el típico relato de unos agentes norteamericanos tras la caza de un villano, los agentes de la DEA aquí son oscuros, cuanto más fieles somos a lo que aquí pasó más complejo y atractivo se vuelve Narcos”, dice Moura.

–¿Y cómo hizo para dar usted con Escobar?

–A nivel físico me dediqué a comer cosas exquisitas (se ríe). Todo lo que un adulto de cuarenta años no debe probar, y así aumenté veinte kilos. Lo que hice fue venir antes que todo el equipo y dedicarme a estudiar español, leí absolutamente todo lo que pude sobre Escobar, estuviese en inglés, portugués o castellano. Luego de haber hecho eso traté de olvidármelo para crear el personaje. Aunque haya existido, no intenté imitarlo, ni a los otros Pablos de ficción, sea el de Benicio del Toro o el de El Patrón del Mal. Reconozco a esos Pablos, y que son geniales, pero son muy diferentes del que yo intenté hacer.

–¿Qué lado de su personalidad quería profundizar?

–Todo lo que se vio en la primera temporada tuvo que ver con alguien que quería ser reconocido. Fue uno de los asesinos más temibles del siglo XX pero a la vez estaba muy atado a valores familiares. Imaginemos por un segundo que Pablo Escobar no hubiese existido. Recibo este guion sobre un criminal impiadoso que a la vez es respetado por los suyos y que trabaja para su pueblo. Sigue siendo un personaje muy rico porque lidia con todos esos aspectos contradictorios. Pablo es muy diferente del típico capo. Quería ser amado, quería ser existencial, quería ser más. Si hubiese trabajado en las sombras todavía seguiría aquí. ¡Quiso ser presidente de Colombia! Todos los del Cartel le decían, “¿qué carajo estás haciendo, hombre?”. Por otro lado, siempre estaremos fascinados por sujetos que viven la vida que a nosotros nunca se nos ocurriría. No queremos romper la ley. Le tememos. Eso siempre es atractivo.

–¿Ha cambiado esta serie su idea sobre la “Guerra a las drogas”?

–Esta es mi opinión personal. Siempre pensé que todas las drogas deberían ser legales. Y haber hecho Narcos me dio la convicción de que esa política fue un gran error. Es una política norteamericana, pero es una guerra que no se lleva a cabo en su territorio. Se lleva a cabo en México y en Colombia, entre otros países. Es en esos lugares donde están muriendo los jóvenes de barrios pobres dominados por el narcotráfico. Y son muchos más que los que mueren de sobredosis en esos mismos lugares. Si la gran solución es que muera gente hay algo muy equivocado entonces. Deberían tirar a la basura esa política y enfocarla desde otro lugar. Sobre todo en Latinoamérica.

–Hace casi diez años interpretó a un militar que luchaba contra el narcotráfico y ahora interpreta a uno del otro lado, ¿cuál disfrutó más?

–Es loco porque cuando hice a Nascimento la prensa se preguntaba si este tipo era un héroe, hubo muchas controversias alrededor de la película, ¿es bueno o malo? No es corrupto pero tortura gente. Soy de Brasil y sé que eso está mal. Pero en cada país al que vas te encontrás lidiando con lo mismo. Nadie podría decir que Escobar era un buen tipo pero era un ser humano, Nascimento y Pablo son dos tipos muy complejos. Somos así. Lo que sucede es que hay algunos que son terriblemente peores.