Dom 03.12.2006
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MUSICA › LAS CANCIONES EN LA VOZ DE MUSICOS-FANS

El viejo arte de tributar

› Por Karina Micheletto

Los tributos a Sabina se multiplican en distintas formas en bares y boliches, en lo que constituye un boom aparte del capítulo argentino del fenómeno Sabina. Los hay solistas que cantan con su guitarrita, bandas con múltiples instrumentos, imitadores aguardentosos que copian hasta los tics y chistes de Joaquín entre tema y tema, “recreadores” que intentan imprimir a las canciones algo de un estilo más propio. Pero siempre, claro, están esos temas que a esta altura saben todos, para cantar poniendo cara de enamoradito, o para bailar repitiendo estribillos a voz en cuello, según habilite el ámbito de escucha.

Casi todas las bandas tributo eligen alusiones a los clásicos para nombrarse: “La del pirata cojo”, “Conductores suicidas”, “Peces de ciudad”... Todo parece indicar que entre festejantes y festejado existe un beneficio mutuo: si bien el ídolo alimenta (en el sentido más amplio de la palabra) a todas las bandas que repiten sus canciones, el funcionamiento de estos tributos llenó de algún modo el vacío que dejó Sabina durante sus años de retiro. El grupo Pongamos que hablo de Joaquín, que se presenta como “el más legendario homenaje a Sabina de la ciudad de Buenos Aires”, fue bendecido con el agradecimiento del ídolo. El mismísimo Joaquín los invitó a compartir una de sus canciones (¡y nada menos que “Y nos dieron las diez!”, se alegran ellos) en el último de los recitales que dio en el Gran Rex, en abril pasado. Así que ahora la foto de Joaquín abrazado al cantante, Lucas Davis, se luce en el cartel que invita a entrar a Bartolomeo, el pub de la zona de Congreso donde se presentan todos los jueves y sábados, invariablemente, desde hace cuatro años y medio.

“Cuando nos llamaron de la producción de Sabina diciendo que por iniciativa de Joaquín estábamos invitados a hacer un tema con él, pensamos que era una cargada. Pero parece que él se había enterado de la gran movida de las bandas tributo por la nota que salió en Radar (publicada el 5 de marzo de este año), y nos eligió a nosotros, quizá por la historia que tenemos”, dice Davis. El grupo, que ya tiene un disco grabado en vivo, logra escenas improbables en un lugar geográficamente al margen del circuito nocturno de Buenos Aires. Un jueves cualquiera a medianoche, el visitante desprevenido puede ir caminando por Bartolomé Mitre, desierta a esa hora, y, si tiene algo de curiosidad y tiempo disponibles, sentirse atraído por el cartel que anuncia el tributo. Una vez adentro del pub –también con escasa concurrencia en las mesas de la entrada– puede bajar una escalera y descubrir un sótano lleno de chicas y parejitas bailando y cantando con fervor a Sabina.

“Cuando empezamos nos costaba un poco tocar, los dueños de los bares nos decían: ‘¿Quién va a venir a escuchar covers de Sabina?’ Con el tiempo se hizo como un clásico, cuando él estuvo más ausente empezó a venir más gente, y ahora que se acercan sus recitales y se habla de él en todos lados, crece la euforia”, detalla el cantante. Davis tiene una explicación interesante para el subfenómeno de los tributos. Según él, parte de su público busca revivir de alguna manera la “bohemia” de las primeras épocas de Sabina, perdida para siempre tras esta etapa de masividad. Como fuera, las que seguro que son perdurables son las canciones de Sabina. Guardan la potencia necesaria para que a muchos se les ocurra rendirles tributo.

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