MUSICA
- Adriana Varela: “No hay una explicación para lo que pasó con Sabina, y él tampoco la tiene. No hay explicaciones racionales o intelectuales que puedan ahondar profundamente en un fenómeno. Un fenómeno no depende de un solo factor, es una suma de cosas que se tienen que dar: el contexto, las carencias, los agujeros... Una serie de cuestiones que cosas que, si se suman en el momento justo, hacen que salte algo que es genuino, novedoso, romántico, transgresor, verdadero, catártico. Todo esto es un devenir muy difícil de explicar. Joaquín se instaló eternamente acá, como lo hizo Serrat en el pasado. Y su ausencia de estos años multiplicó la ansiedad y la locura de la gente. Gris de ausencia, diría la obra. Joaquín se hizo rojo de ausencia, y brilla como nadie”.
- Juan Carlos Baglietto: “Aunque soy muy amigo de Sabina (mi hijo se llama Joaquín por él, es el padrino), me resulta imposible comprender el fenómeno que generó. Se me escapa. Supongo que tiene un poco que ver con el morbo: ‘Veámoslo antes de que se muera’, habrán pensado muchos. Haya o no haya habido morbo de por medio, seguramente a partir de la difusión que tuvo mucha gente lo descubrió, comenzó a escuchar toda su obra. Celebro eso. Sabina escribe bien hace muchos años. Tampoco se puede explicar lo que pasa con Arjona. Con ese hombre sí que no sé qué pasa. De todos modos, me alegra muchísimo más el ‘fenómeno Sabina’ que el ‘fenómeno Arjona’. Creo que habla mejor de nosotros Sabina llenando Boca que Arjona haciendo 34 Luna Park”.
- Kevin Johansen: “Es evidente que las buenas canciones perduran en el tiempo, y se van instalando en el inconsciente colectivo. Sabina logró juntar una cantidad de buenas canciones que están presentes, además de lograr una personalidad cercana a la de un Tom Waits, alguien de quien escuchás una sílaba y ya sabés quién es. Tiene otras virtudes: no es demagógico, elitista ni snob, tiene ironía con profundidad –algo muy difícil de lograr–, y es un escritor: su calidad literaria es superior a la de otros cancionistas. Quizás en los últimos años también produjo en la gente una especie de morbo, el deseo de ver cómo está. Pero no creo que la clave pase por ahí. Más bien, sus canciones fueron macerando en la gente. A veces se tarda en un rato en entender de lo que va, y si hace diez años le costó entrar en la Argentina, hoy es un fenómeno más bien de culto. Es una buena señal. Indica que hay un público que antes era alternativo y ahora es más popular y menos elitista”.
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