Lunes, 4 de diciembre de 2006 | Hoy
LITERATURA
En una de sus cartas, Emily Dickinson dejó escrito que publicar no es parte esencial del destino de un poeta. Nunca sabremos si César Mermet conoció ese hoy escandaloso dictamen, pero su vida lo confirma. Prefería soñar, escribir y corregir eternos borradores. He conversado algunas veces con él; no me dijo que era poeta. Sé que era un curioso lector; su memoria estaba poblada de versos. Quizá pensara que publicar es resignarse a un texto definitivo; Félix della Paolera, para compilar este libro, tuvo que descifrar intensos manuscritos que se ramificaban en variaciones.
No diré que fue un gran poeta porque, en este caso, el epíteto disminuye al sustantivo. Diré algo más; diré que fue plenamente un poeta. Su obra, que yo no sospechaba, me ha conmovido; he sentido en ella la presencia de las tierras de Santa Fe y de Mendoza. No se trata por cierto, de descripciones; se trata de experiencias de la emoción.
* Texto que escribió Jorge Luis Borges para La lluvia y otros poemas, de César Mermet, publicado póstumamente en 1980, en Buenos Aires, por la editorial Rodolfo Alonso.
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