Jueves, 14 de diciembre de 2006 | Hoy
LITERATURA › OPINION
Por Noe Jitrik *
La evidente aspereza de los primeros poemas de Leónidas Lamborghini podía relacionarse con lo que yo podría designar como un esguince interpretativo: Las patas en las fuentes, por ejemplo, y luego El solicitante descolocado podían haber sido leídos como movidos por un referente inmediato y fuerte, el peronismo y sus prolongaciones o antecedentes. Sin embargo, de entrada y ya puestos en materia, no era así. En punto a asperezas se entendía un modo de representación de lo inmediato y cruel de la vida, pero en la poesía de Lamborghini no es de ninguna manera eso; lo tradicional, realismo boedista o delicado ultraísmo o incluso surrealismo, cifraba su dicción y su eficacia en la imagen: la aspereza, de la que Lamborghini nunca se desprendió, pareciera adherida a su modus poético, en, y parece simple decirlo, la sintaxis (...) Hay dos momentos en los que se juega toda su poética: lo abrupto del verso y la constante, obsesiva repetición, con consecuencias semánticas indudables: de ellos sale, como por un prodigioso vertedero, lo más parecido que puede haber al sentido. (...) Lo que sí puede afirmarse es que su voz es única y que en todos sus libros, en todas sus intervenciones, esa voz no sólo es sonora, es también luminosa, posee también la congruencia de una poesía que no cede.
* Fragmentos del prólogo de Antología poética, Fondo Nacional de las Artes.
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