Domingo, 21 de enero de 2007 | Hoy
“Nos estamos poniendo un poco al día con lo que debe pasar con la ciencia argentina”, dice Diego Golombek sobre el boom de la divulgación científica. “Entiendo la ciencia como verbo, como hacer preguntas, y aunque no sea privativo del científico, la ciencia para mí es una forma de mirar el mundo y de hacer preguntas”, plantea el biólogo. “La gente empezó a mirar documentales científicos y a leer las páginas de ciencia de los diarios”, apunta el autor de Sexo, drogas y biología (y un poco de rock and roll). “Por otro lado, hubo un recambio generacional en la ciencia después de los próceres como (Luis Federico) Leloir, (Bernardo) Houssay y amigos, que fundaron la ciencia argentina, pero consideraban que la divulgación científica era una pérdida de tiempo. El científico era un mártir que debía estar todo el tiempo en su laboratorio. Después llegó toda una generación, la de los ’70, los que podrían haber sido mis maestros, que no están porque muchos se fueron del país. Pero la generación siguiente, no tanto la mía sino la que viene después, la de los pibes más jóvenes, empezó a contar la ciencia de una manera distinta. Yo soy científico del Estado, del Conicet, trabajo en una universidad pública, tengo que rendir cuentas de lo que hago por muchas razones –explica el director de la colección Ciencia que ladra–. La principal sería que a nosotros nos formaron con una mirada científica, pero la escuela no te forma con esta mirada. Como tenemos un privilegio bastante grande de tener una mirada inquisitoria sobre la realidad, de hacer preguntas, la divulgación científica es el mejor vehículo para llegar a todos. Y bien hecha, la consideramos una forma de literatura. La divulgación científica es un ajuste de cuentas que nos debíamos tanto los científicos como el público que quería esto.”
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