Miércoles, 7 de marzo de 2007 | Hoy
- Esther Díaz (filósofa): “Su obra se podría dividir en dos etapas. En su primera parte fue un pensador más bien de izquierda, tuvo fuerte formación marxista y escribió en función de ello. Pero luego hay como una bisagra en su obra y comienza a ocuparse de temas de mayor actualidad y de menor densidad teórica. En esta segunda etapa (que es bastante temprana en él porque bastante joven dejó de escribir sobre marxismo) entra en la corriente llamada posmoderna. Si bien es cierto que tiene formación filosófica, su escritura da pauta de algo bastante común entre los escritores franceses, que es lanzar ideas muy brillantes y algunas bastante conmocionantes pero poco fundamentadas. Uno de los libros que amo de él es De la seducción. En ese libro presenta esta característica. Pone unas ideas muy fuertes para categorizar nuestro tiempo, pero para mi gusto le faltaría un poco más de fundamento, de concepto detrás de las ideas. De todos modos, como son ideas muy potentes, él ha incentivado de alguna manera el pensamiento de nuestro tiempo”.
- Rubén Dri (sociólogo y teólogo): “La concepción de Baudrillard está ubicada completamente dentro de la corriente posmoderna. De hecho, elimina prácticamente la realidad. Es decir, la realidad está sintetizada en simulacro. En ese sentido, sus análisis son profundos. Son análisis que captan todo lo que es el espacio virtual. Prácticamente sustituye a la realidad y nos lleva a un mundo que es completamente ficticio. Entonces, puede leerse toda su reflexión como una reflexión crítica. Hay diversas maneras de leerlo. Este pensamiento francés tiene un análisis muy profundo sobre cuáles son los callejones sin salida a que nos ha llevado este fenómeno denominado en general como posmodernidad”.
- Oscar Steimberg (semiólogo): “Es difícil hablar de un autor como él en el momento de su muerte, cuando uno no ha tenido su obra entre los libros de referencia, pero de todos modos hay para mí algo que surge de inmediato. En las distintas épocas en que me conecté con su obra porque no podía encontrar los objetos de mi búsqueda (la distancia con Mc Luhan colocaba a esa obra como parte de un delirio optimista, la que establecía con Jakobson dejaba a unas fórmulas todavía fecundas en el lugar de un esquematismo), armaba al mismo tiempo una escena polémica que sí era útil para el que leía desde lejos. Gracias a Baudrillard se entendían las distintas corrientes, sobre todo para mí; distintas corrientes de pensamiento acerca de los medios, una escena dramática que permitía reconocer al ‘otro’ de cada serie de textos. Un discurso ya lejano de Jakobson, otro más lejano todavía de Mc Luhan revivían, paradójicamente, en ese rechazo. Leyendo a Baudrillard veo aparecer la escena dramática de la crítica cultural de este tiempo”.
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