“La crítica me ha tratado muy mal en Chile, no como en Europa, que me tratan de maravilla”, cuenta Hernán Rivera Letelier. “Pero como dice la papa: ‘nadie es croqueta en su tierra’”, bromea el autor de El fantasista. “Los críticos no tienen todos los puntos de vista del escritor cuando crea la obra, entonces no pueden hacer una crítica completa. Porque cuando uno escribe, pone la imaginación, la experiencia, los sueños, los pensamientos, la intuición, que es muy importante, y los cojones. Y el crítico no tiene ni esos sueños, ni la intuición; él sólo tiene la inteligencia y la erudición, nada más, pero la obra va más allá de eso.”

–¿Por qué dice que lo tratan mal?

–No sé, es raro. Mis amigos piensan que es por prejuicio. Pero eso lo esperaría de mis colegas; soy un tipo que viene de la mina, un obrero que se mete en este mundo que no le pertenece y que de repente vende más que ellos..., es lógico que se pongan en contra. Pero un crítico... aunque de pronto si lo pensamos fríamente, no son críticos, son comentaristas de libros los que escriben en Chile actualmente, y se ponen en contra del autor más que del libro. He llegado a pensar que entre que te hagan un buen comentario de un libro en un suplemento a que te lean 20 mil personas en ocho meses, no hay por dónde perderse. Aprendí, desde el comienzo, que tanto las críticas buenas como las malas hay que masticarlas y botarlas. Es cierto que las muy malas, si te las tragas, te echan a perder el estómago, te producen acidez. Y las muy buenas hay que saber botarlas porque si te las tragas, te hinchan demasiado. En lo privado, cada nueva novela me siento a escribirla en pelotas, como si estuviera escribiendo la primera. Cualquiera podría pensar que, como ya tengo ocho novelas escritas, conozco los tejes y manejes, que las hago de taquito, de media cancha. Pero es al revés; cada vez se hace más complicado porque te estás poniendo siempre en la vara más alta. Uno como artista quiere que su obra sea superior a la anterior, o por lo menos igualarla.