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Jueves, 22 de marzo de 2007

TELEVISION

El factor normalizador

Durante la noche, Diego entró en crisis. Se queja de haber recibido una carta demasiado fría de su pareja. “Si no me convenció ¿Cecilia?, no me vas a convencer vos”, dijo. Las crisis personales ocurren cíclicamente en un retorno al individuo que la vida cotidiana disipa. La narración avanza según haya nuevas soluciones como iluminaciones. A la inicial angustiante gordura de Marianela la reemplazó la aceptación de una delantera prominente como valor agregado en la seducción. El Gran Hermano dignifica con sentencias moralizantes que, de no completar por sí mismas su sentido, se ven reforzadas desde las voces de la decena de panelistas en los programas parasitarios. Esas sentencias incluyen un catálogo vasto, a saber: los malos y las malas deberán ser echados inevitablemente; todo aquel que enarbole una relación con un famoso intocable del afuera (Melisa/Nadia) será expulsado por el público por hereje; toda chismografía y cotilleo en pasillos serán reprimidos porque deben ser reservados a los profesionales que cobran un sueldo para hacerlo y que gozan de una calificación ad hoc; toda incitación al acto sexual o su concreción serán reprimidos con la disolución inminente de la pareja; cualquier intento de fragmentar el grupo con amistades particulares o afinidades electivas será interrumpido con firmeza de carácter. El factor normalizador es más fuerte que en el mundo exterior, lo cual no es poco.

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