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Viernes, 6 de abril de 2007

LITERATURA

La verdad de la imaginación

Liliana Bodoc dice que el narrador de Memorias impuras padece los mismos conflictos que un escritor. “El cronista se rebela contra la supuesta fidelidad de esos hechos que narra; él los va a contar de manera impura e impúdica, inventando cosas que jamás supo si sucedieron o no, pero siempre sosteniendo que si uno tiene un método para imaginar llegará a algo muy semejante a la verdad. Esta es su postura, obviamente.”

–¿Y la suya? ¿El oficio del escritor es impuro?

–Absolutamente, en esto coincido con el cronista. Si uno tiene un método, una organización, honradez y un pensamiento coherente a la hora de imaginar, lo que consigue son resultados muy similares a la realidad pasada o futura. A veces me asombra la aversión que hay contra las novelas que no están basadas en “hechos reales” y cómo dicen, con temor, que es una novela fantástica. Pero no hay fantasía, por más alocada que sea, que no tenga que ver con un reacomodamiento creativo de la realidad. Imaginá el objeto más loco o extraño y vas a ver que es un elemento real acomodado de una manera especial: Un tomate con orejas de burro que habla en húngaro... y bueno... las tres cosas las conozco (risas).

–Cuando se lee Memorias impuras da la impresión de que por el cuidado de la prosa, la autora es, en el fondo, una narradora que intenta hacer poesía.

–Al principio de la novela, el cronista dice que sus testigos más queridos fueron las personas que le dieron más importancia a la belleza que a la verdad. Cuando de arte se trata, la belleza, la apuesta estética y la búsqueda formal son determinantes. Me importa muchísimo trabajar con lo formal, porque la forma se hace contenido y la forma dice. Y eso es el arte. No me conforma ni me sirve ni me alcanza sólo contar lo que ocurrió. Me importa muchísimo la forma de contarlo. Fui una adolescente que intentó escribir poesía, como muchos otros y nada más, pero sí sigo siendo una gran lectora de poesía. Curiosamente puedo decir poemas de memoria cuando no me acuerdo ni los cumpleaños de mis sobrinas (risas). Evidentemente tengo un apego a esa forma de expresión. En ese sentido, el personaje de Tóvar es un homenaje a los poetas, a quienes valoro muchísimo. Y el hecho de que la poesía no esté en las vidrieras y no sea best seller dice muchas cosas de cómo somos nosotros.

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