Sábado, 12 de mayo de 2007 | Hoy
“Se conocieron en el colectivo, camino a La Plata. Pepino la vio antes. La vio entrar a la terminal, olió la estela de marihuana que ella dejó flotando por ahí... Tiene las rodillas y los codos más grandes que las piernas y los brazos. Mide casi dos metros. Con cada paso deja atrás al resto de los mortales. A su lado todos son enanos vulgares. Se parece a la novia muerta de Tim Burton, eso es lo que enamoró a Pepino...”. Así comienza la recién editada novela La maldición de Jacinta Pichimahuida, compleja operación de personificación literaria de criaturas nacidas de la pluma del guionista Abel Santa Cruz, y del propio Santa Cruz como personaje, en una trama que propone no sólo la posibilidad de ser leída como una extensa parodia, sino también como una reflexión sobre los límites de la verosimilitud. Lucía Puenzo no sobrevuela a Twiggy, Pepino, Etelvina y Anselmi con ánimo socarrón, ni hace presente el nombre propio en la tradición chistosa de Todo X 2$, sino que logra empatía con cada una de las blancas palomitas, convencida de que la realidad del destino trágico asignado a muchos de ellos era un estímulo narrativo más poderoso que la imaginación. La aventura sigue, haciendo presente ese tonito que recuerda a algunas novelas de César Aira. “... el primer día de grabación, Santa Cruz apareció en el estudio. Con casi sesenta años todavía tenía el porte de un actor de Hollywood. Sabía que tenía en sus manos un éxito, tal vez el más grande de la televisión argentina. Algo en esos guardapolvos almidonados llenos de pequeñas glorias dispuestas a entregar el alma por la fama lo hizo sentirse joven. Inmortal. Todavía era un éxito impalpable, invisible a los ojos de la Nación, pero tan concreto –para él, su Creador– como la mano con la que sostenía el guión del primer capítulo. Desde ese día tenía títeres nuevos. No iba a haber frentes de batalla (en esa época al Autor no lo contradecía nadie). Su aparición paralizó al elenco. Se rumoreaba que él había elegido a todos mirando las grabaciones de los castings. Era diecinueve chicos. Siete protagonistas. Seis bolos. Seis extras. Apenas se conocían...”
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