Sábado, 23 de junio de 2007 | Hoy
LITERATURA › OPINION
Por Oscar Del Barco
Machado decía que todo poema posee una estética implícita. Los últimos versos de La anunciación de un poema lo dicen, y lo dicen como anunciación, no generalidad abstracta sino un poema, este poema:
Dentro de la oscuridad del texto el resplandor.
El poema es realización luminosa de la luz. La oscuridad es la forma del resplandor en y como poema. La oscuridad, la iniciación, paso, el recibimiento de la hospitalidad en eso mismo. No un resplandor extraño sino la palabra oscura, materia, carne, tierra, esplendiendo. Tomás dijo que la belleza es el “esplendor de la forma”.
Nada de lo que digo que dijo Luria le pertenece.
Nada de lo que digo que dice Perla Rotzait le pertenece. Entonces, ¿a quién le pertenece? A nadie. ¿Por qué? Porque no hay nadie. “Oh, Nadie”. ¿Cómo demostrarlo? No se puede demostrar pues no hay nadie que lo demuestra ni nada que demostrar. Enunciación pura. Hay que salir de un mundo y entrar en otro... en la poesía... sin nadie... simplemente...
Es el canto que canta para mí
La oscuridad del texto.
El canto canta, es la oscuridad del texto. Canta sin nadie que cante. Ya no hay poeta que cante sino que de pronto, ¡milagro! El propio poema dice que nadie desde fuera del canto canta, el solo canto canta. Y el canto ¿qué es?, ¿es lo oscuro aceptado?, ¿es el resplandor del no saber?, ¿o el canto sin ser no es nada más que canto?
El canto extranjero le pide perdón, y el extranjero le responde perdóname en lo mismo de lo mismo...
Prólogo de El cuerpo (Alción).
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