“Detrás de las altas paredes perimetrales, más allá de los portones reforzados por barreras y flanqueados por garitas de vigilancia, se encuentra Altos de la Cascada. Afuera, la ruta, la barriada popular de Santa María de los Tigrecitos, la autopista, la ciudad, el resto del mundo”: así se presenta Las viudas de los jueves, el best seller de Claudia Piñeyro –ganador del premio Clarín de Novela– que anticipó el furor por las narraciones de countries y barrios privados. El suyo es un retrato colectivo de familias que llevan un mismo estilo de vida y que quieren mantenerlo pese a su decadencia. Allí, en el country, un grupo de amigos se reúne semanalmente lejos de las miradas de sus hijos, sus empleadas domésticas y sus esposas, quienes, excluidas del encuentro varonil, se autodenominan, bromeando, “las viudas de los jueves”. Una noche la rutina se quiebra y ese hecho permite descubrir, en un país que se desmorona, el lado oscuro de una vida perfecta. Fue uno de los primeros testimonios de ficción que anticipó el engolosinamiento con el lado oscuro, que pudo leerse también en el asesinato en un barrio privado de las Amas de casa desesperadas (versión argentina) y el crimen y discriminación interna del film Cara de queso. La realidad, luego, acompañó.