¿Existe realmente un reglamento de Gran Hermano, algo así como “la biblia” universal del programa? La pregunta, inevitable, responde a que a lo largo de los cinco Gran Hermano realizados en el país hasta hoy, las supuestas reglas cambiaron sin mayores explicaciones ni justificaciones más que la suspicacia de la necesidad del rating por parte de Telefé. En efecto, la reclusión e incomunicación de la primera edición les cedió luego paso a las charlas telefónicas entre los participantes y sus familiares, al encuentro cara a cara con sus seres queridos y hasta el reingreso de los concursantes eliminados a la casa. “Existe un reglamento original, pero cada vez que se hace una nueva edición se elabora un reglamento nuevo”, aclara Gorban, mostrando la flexibilidad del género, ideal para los tiempos competitivos de la TV argentina. “Igual, los pibes que entran a la casa lo leen antes y lo deben firmar antes de hacer su ingreso”, cuenta el productor. “Lo que pasa es que a veces si pasa algo que no está contemplado en el reglamento se debe incorporar en el momento una cláusula que ponga en situación a determinado hecho, como la nominación espontánea, por ejemplo. El mismo funcionamiento del ciclo nos pone en situaciones que se deben resolver, aun cuando no están analizadas en el reglamento”, confiesa. De hecho, el productor cuenta que cuando se adquirió el Voice Graph (un sistema mediante el cual se puede establecer el nivel de verdad o mentira de un participante por su tono de voz), desde la producción surgió la idea de utilizarlo de manera sorpresiva, pero no lo pudieron usar ya que los participantes no lo habían autorizado. “No se puede utilizar un detector de mentiras sin el consentimiento de los participantes”, puntualiza.