“No creo que las intenciones de Hugo Chávez sean falsas o aviesas; puede haber una gran sinceridad en el hecho de que intente que la gente sea menos pobre”, opina Sergio Ramírez. “El problema con Chávez es que él cree que los cambios en Venezuela sólo puede hacerlos a través de su persona. El otro día escuchaba unas declaraciones del presidente Lula da Silva que decía que de las reelecciones siempre han salido las dictaduras. Y eso es cierto. Y por eso son tan peligrosas las reelecciones indefinidas, porque cuando uno piensa que un proyecto no se puede concretar sin prescindir de uno mismo, ahí aparece el vicio y el gustito por el poder. Y éste es el camino en el que está Daniel Ortega: está haciendo todo para concentrar el poder en él y su familia.”

–Esta voluntad de perpetuarse en el poder, ¿es lo que caracteriza los sistemas presidencialistas en América latina?

–Tiene que ver con la cultura política. Felipe González se quedó doce años en el poder, pero gobernando de cara a todo el mundo, con poderes de fiscalizaciones, y respondiendo frente al Parlamento, con tribunales de justicia más o menos independientes. Pero en el caso de Nicaragua, el presidente controla el Poder Judicial, a los jueces, a los contralores de cuentas del país, a la Asamblea, a la Iglesia Católica. Y al que no lo controla, trata de amenazarlo y amedrentarlo hasta tener a todo el mundo en línea.