Sábado, 29 de septiembre de 2007 | Hoy
MUSICA › OPINION
Discutía con los santiagueños porque decía que el rococo (sapo grande del norte) era el inventor de la chacarera. Es que el Cuchi podía pescar en las pequeñas cosas su esencia. Decía: “Yo soy rococo, porque el rococo es anarquista y canta”. Todo aquello que tuviera signos de vida despertaba en él un cariño “sonoro”: les escribió a su caballo, a su gata, al zorrito, a la llama. Cuando caminaba por las calles de cualquier ciudad, buscaba el canto de los pájaros, el de los gorriones en París o el de los chalchaleros en Salta. Era un gran silbador: decía que sostenía diálogos musicales con los pájaros. Y era cierto: cuando ellos silbaban, él también lo hacía, interviniendo en sus cantos con tanta perseverancia que siempre conseguía que le respondieran. Se retiraba luego de haber intercambiado opiniones con ellos. No estaba loco: es que tenía un gran respeto por la vida.
* Texto de dos de los hijos del Cuchi, incluido en el CD Gustavo Cuchi Leguizamón en vivo en Europa, editado por Página/12.
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