La escritura es otra pasión en Cristina Banegas, quien junto a María Inés Aldaburu, Ingrid Pelicori, Claudia Schvartz y Liliana Herrero publicaron el libro Caligrafía de la voz, editado por Leviatán. “Cada una tomó una línea diferente”, cuenta. “Liliana es filósofa, Ingrid psicóloga, y las dos se expresan con un lenguaje más académico que el mío. Escribí sobre mi experiencia, a la manera de un diario.” Los esfuerzos respecto de la voz le trajeron problemas en varias etapas de su vida artística. Cuando participó de los ensayos públicos sobre Puesta en claro, donde predominó “una actuación criolla enloquecida”. Entonces tuvo que recurrir a un especialista y le llevó un año curarse. Atravesó otro momento crítico con La señora Macbeth: “Ahí estuve en el límite de mi voz”, recuerda. Debió seguir nuevamente las indicaciones de su médico y los consejos “de algunas amigas reinas que saben mucho de esto y de una polaca maravillosa, Nora Fainman, docente en canto lírico y popular”. Aprendió a usar la voz sin lastimarla, aunque los daños anteriores le dejaron marcas. “Reponerse exige incluso no hablar por teléfono”, dice, y por aquella época Banegas no se daba tregua: seguía dando clases y grabando Mujeres asesinas, “como toda argentina que hace demasiadas cosas para sobrevivir”.