Jueves, 15 de noviembre de 2007 | Hoy
LITERATURA
–¿Qué era de su vida en 1995?
–Fue un año muy ambivalente. Por un lado, después de vivir 25 años en un departamento muy chico, en Pueyrredón y Lavalle, nos mudamos a esta casa (sobre Hipólito Yrigoyen, a pocas cuadras del Congreso). Adorábamos aquel lugar, pero los libros ya salían de debajo de la cama: en la mudanza llenamos cien cajas con libros. Tuvimos la enorme suerte de que nos tomaran aquel departamento como parte de pago y que nos prestaran plata para una mudanza que nos cambió la vida: un escritorio para cada uno, gran espacio para las bibliotecas, patio para las macetas, cocina como de campo. Salíamos a caminar por la casa a la madrugada, no lo podíamos creer. Abelardo tenía escrito un cuento que transcurría en la calle Victoria, en una casa con balcones. Y ahora su escritorio está, justo, sobre el que era el pasaje Victoria. Pero al mismo tiempo ese año, en mayo, murió mi padre. Mi única alegría es que llegó a conocer esta casa: tengo fotos hermosas con él, acá.
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