Martes, 15 de enero de 2008 | Hoy
TEATRO
Hay que cazar a los espectadores reticentes como se pueda, y muchos despliegan estrategias de todo tipo. Varios teatros retrasaron sus primeras funciones hasta las 22, lo cual posterga a su vez las segundas hacia la medianoche. Admiten los encargados de estacionamiento y los mozos que jamás Mar del Plata terminó tan tarde sus jornadas, con públicos que ingresan a las parrillas y las cantinas después de las dos de la mañana, por ende llegan tarde a la playa al otro día, en un círculo vicioso que demora las vueltas al hogar y la salida a los teatros. Eso sumado al monto sideral de los tickets hace que la temporada 2007 se añore como “el boom que se esperaba para esta vez y que no llegó”. Hay, es cierto, un primer puesto definido y se lo lleva Nito Artaza, pero lo que falta es ese efecto cascada que derramaría el bienestar a los que vienen abajo. “Falla como el liberalismo de la Argentina de los ’90: la ganancia se queda arriba y no se distribuye”, reflexiona un reputado productor de fracasos. Además de correr las horas (lo cual no garantiza hasta el momento salas llenas), algunos mandan a volantear frenéticamente desde las 18 a las 22 a las playas de La Perla y la Bristol. Interrogado sobre la extrañeza de convocar a la gente en malla y bronceador al filo de una función, un volantero simpático se hace cargo de la ansiedad de su empleador: “Con suerte –se conforma el chico– podrán llegar a tiempo para la segunda función”.
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