Domingo, 10 de febrero de 2008 | Hoy
CINE › UNA MIRADA DEL ESCRITOR JUAN JOSE BECERRA SOBRE EL GENERO
–¿Cuáles son sus impresiones sobre la saga de las Brigada...?
J. J. B.: –Esto no es una película, ¿entonces por qué está en el cine? No sé si es un subgénero cinematográfico, o si es una comedia con partículas dramáticas de gag, o de sketch, o de qué cosa... Pienso que una revista como Cristina en el país de las maravillas es mucho mejor; es un género definido con flaquezas inherentes al género, que uno espera como representación. Cuando uno entra al cine, llega con una expectativa de relato que aquí es totalmente defraudada por principio. Me extraña que la persona que sale del cine no aconseje a los de la cola que no entren. Incluso la peor televisión es más profesional como pieza de humor, con su mecanismo de chiste.
–¿Nota el empeño en que las cosas parezcan artificiales, impostadas, como si hubiera temor a ser realista y diera la sensación de que no es error sino elección narrativa?
–Son películas llenas de prótesis, con disfraz exacerbado, con muecas más que disfraces, diálogos de sordos. O es un contracine, o una disciplina nueva que se alza contra el cine. No se alza contra Godard sino también contra películas de Enrique Carreras. Esas películas, por citar un género de comedia trash, tenían una pretensión narrativa, incluso moralista, pero ésta no tiene ninguna pretensión, salvo que la gente entre al cine y pague la entrada...
–Brigada explosiva parece muy emparentada con Cristina en el país de las maravillas, tan fragmentada como aquélla y eso tal vez esté hablando de algunas prioridades de los nuevos productos de la cultura de masas...
–El fragmento no deja de ser una unidad económica, no estética. Godard también utiliza mucho el fragmento. La película presenta cosas, a Luciana Salazar, como una feria de fenómenos, que es secuencial porque transcurre en el tiempo y no puede ser simultáneo. Pero si alguien pensara que es una feria y no cine podría llevarlo a la Rural o al teatro de revista.
–En los ‘80 y los ‘90 todavía se anclaba en escenarios locales, y hoy el film se instala en el resort de lujo en República Dominicana. ¿Qué pasó para que el producto de cultura de masas se trasladara al escenario del turismo planificado internacional?
–Tengo la impresión de que las comedias berretas se iban a un picnic o a Mar del Plata, pero acá hay cierta ilusión de turismo internacional, del cual el público de Ledo estaría privado. Debe haber cierto prestigio en el resort para el público, lo cual está por verse porque no sé si la hotelería tiene prestigio.
–Lo extraño es que un héroe popular no custodie a su población y sí a los huéspedes del hotel de lujo internacional...
–Lo que hacen estas películas es reforzar la peor identidad local; es una identidad intolerante, burlona, con cierto aire de superioridad, que encuentra en el chiste el vehículo más eficaz. Hay alusiones a la gordura, a la lechona que antes devenía en Luciana. Hay distintas categorías de intolerancia, pero la del cuerpo es la peor de todas. La ideológica es más sana, queda en el terreno de la discusión. Pero meterse con una fatalidad, qué gracia tiene...
–La sexualidad es compleja, con intervención de animales, trato sádico a la gorda, peligro para la virilidad...
–Se me ocurre pensar en las películas de Olmedo y Porcel: eran películas pornográficas sin pornografía, sin el plano genital. En cuanto a Ledo, pasan muchas cosas raras; son películas llenas de perversión, y no sé si no son perversiones de autor. Evidentemente pasa algo ahí; como pasa algo con las caídas; ahí donde Buñuel metía un sueño, acá se mete una caída.
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