–¿Qué impresiones le produce la saga de Brigada explosiva?

–Tienen éxito porque es fácil; es un humor sencillo, accesible y nadie se siente desafiado. Tiene los elementos para divertir con sencillez. Los que se ofenden son los que esperan todo de cada una de las películas. Es humor popular, en la tradición de los superagentes Delfín, Mojarrita, Tiburón... Ellos tuvieron un gran éxito y en este momento son películas de culto entre jóvenes que se enfermarían de disgusto con Brigada explosiva. Suele ocurrir con el humor, o más que con el humor con lo popular porque el intelectual o el crítico tiene una especie de aversión con lo popular, y sólo cuando el tiempo lo dignifica se permite declarar su devoción.

–Esas primeras películas de agentes tenían un regodeo en lo popular, al ser filmadas en Mar del Plata u otros ámbitos de acceso fácil. ¿Por qué se trasladaron al resort?

–No me parece una decisión editorial sino financiera, como abriendo una puerta para venderla después en otros países. Es otro el negocio ahora. Observo al mismo tiempo una tendencia de la gente a reírse mucho, de todo, aun en momentos y lugares que no son graciosos. Está de moda la risa, y me llama la atención ver gente riéndose en momentos dramáticos.

–Hubo un crecimiento notorio de la intervención de la agente femenina, Luli...

–Luciana Salazar tiene un nuevo diseño, como no había antes. Es una vedette de esas formas y de buena familia, en un parentesco que ella juega cada vez que puede. Marcó un antes y un después con su figura, no se había visto algo así, pero con un discurso completamente pacato, en el sentido de la preocupación. Es como una historieta inverosímil cuando se pone el papel, nadie le cree una palabra. Es, muy obviamente, un texto. No es “esa atorranta”.

–¿Observa rasgos de una identidad local en Brigada...?

–Se me ocurre emparentarlas con Isidoro: ahí sí me parece profundamente argentino el ensalzamiento del vago, el haragán, el borracho y el jugador. Es considerado un héroe. Tiene todo que ver con el sketch, con una única diferencia en el nivel de producción. Pero no lo relacionaría con el humor de Marcelo Tinelli, que es muy diferente; aquél es mucho más revulsivo; no te tranquiliza sino que te pone muy nervioso. Tuve momentos de alta emoción viendo Showmatch, como cuando casi me desmayo el día que cortaron un auto por la mitad.