Una actriz sube al escenario y dice que no está dispuesta a hacer la función esa noche, ya que sufre del conocido mal de amores. Así comienza Julietta, la versión de Hochman de la historia de los amantes de Verona. Poco a poco, la actriz, identificada con la protagonista de la tragedia de Shakespeare por sus desventuras amorosas, irá entrando en su rol y contará lo que le sucedió a Julieta y su Romeo. “Fuimos buscando los recursos para poder narrar toda la obra con una sola persona en escena”, explica el director. “Yo no quería que ella interpretara varios personajes, sino que contara lo que pasó desde el punto de vista de Julieta. En la escena del balcón, como la obra es tan conocida, no hace falta que escuchemos lo que Romeo dice. El espectador completa los silencios. Cuando ella está dormida porque tomó la pócima usamos otro recurso para seguir con la historia. Ella ve a Romeo pero no se puede mover, entonces dice lo que piensa: ‘¡Romeo, soy yo, no estoy muerta, no te mates!’, le grita”.

–¿Tiene una atracción particular por los personajes femeninos de Shakespeare?

–A Julieta la arrastro un poco de mi adolescencia, en ese primer trabajo que hicimos con Guerberof. Yo tenía quince años y hacía de príncipe. Fue una de las pocas cosas que hice como actor. ¡El espectáculo era bueno pero yo era un desastre! En esta oportunidad, cuando empezamos a hablar con la actriz enseguida supe que debíamos trabajar sobre Julieta. Yo trabajo por intuición y de ese modo los resultados son más genuinos. En el último espectáculo que montamos con la compañía, Homlet, en cambio, trabajamos sobre Claudio, el hermano asesino, y la misma actriz hace de hombre. No es que tengo el deber de trabajar lo femenino porque sea una compañía compuesta por mujeres.