La road movie del ahora visitante ilustre de la ciudad empezó el miércoles pasado, cuando Mario Vargas Llosa llegó a la Argentina. El escritor peruano cumplió con el cupo “turismo aventura” en El Calafate, pero el domingo no se privó de darse un baño de inmersión “popular” en la Bombonera. En la “pecera” –el palco oficial—, el autor de Conversación en la catedral vio el partido Boca-Colón, mientras lo agasajaron con saladitos, lomitos y bocaditos, como si fuera una estrella de la televisión. Pero el motivo central de su visita no fue el síndrome “deslumbramiento por la Patagonia”, que afecta últimamente a tantos escritores –lo más recientes fueron el francés Michel Houellebecq, en diciembre pasado, y el inglés Julian Barnes, a principios de febrero–, ni mucho menos la pasión xeneize. Vargas Llosa inaugurará mañana en la ciudad de Rosario el pomposo seminario “Los desafíos de América Latina. Entre las falencias institucionales y las oportunidades de desarrollo”, organizado por la Fundación Internacional para la Libertad (FIL), que congregará a la flor y nata de la derecha mundial en una ciudad gobernada hace 16 años por el socialismo. Un capítulo aparte merece la presencia del ex mandatario español José María Aznar, quien junto con Mauricio Macri cerrará pasado mañana el seminario. ¿Habrá digerido Aznar, o aún está en eso, el mal trago que le causó el escritor peruano, cuando, a casi dos semanas de las recientes elecciones legislativas españolas, decidió no apoyar al Partido Popular (PP), en favor de la recién nacida Unidad, Progreso y Democracia (UPD), promovida por Fernando Savater? Vargas Llosa señaló que como liberal “me siento cerca del Partido Popular en lo que son sus propuestas económicas”, y “su defensa de la unidad española”, pero aclaraba que no se sentía representado en actitudes conservadoras reticentes al laicismo, a la separación de la Iglesia y el Estado, a la creación de una sociedad laica.