“Buenos Aires también nació dos veces. Todo el tiempo tuve en mente a 1536 y 1580. Las dos fundaciones de la ciudad”, explica Ferrer. Nacido en Uruguay de madre argentina, Ferrer fue, en su juventud, un fanático incondicional de Piazzolla. El fundó en Montevideo el Club de la Guardia Nueva y logró que el bandoneonista grabara en esa ciudad, en 1957, junto a las cuerdas de la orquesta del S.O.D.R.E. Y se acercó a él con ese poema en que, inspirado por Valle Inclán y por “los poetas malditos franceses”, contaba la vida de una María encanallada por el bandoneón y renacida igual a sí misma pero nueva. “Oscar López Ruiz –que había sido el guitarrista del quinteto hasta hacía poco tiempo, y volvería a tocar con el bandoneonista en el noneto de 1972 y en la primera versión del quinteto de 1979– me aconsejó que no lo viera a Piazzolla hasta que no la tuviera completa. Que se la llevara toda junta. A partir del momento en que le mostré la obra trabajamos como poseídos”, cuenta. El texto de María parece remitir, en clave de neolunfardo, al de una novela ejemplar, el Adán Buenosayres publicado por Leopoldo Marechal en 1947. “No lo había leído”, dice Ferrer. “A Marechal lo conocí después y me dijo que le gustaría, en el 3001, reencarnar como Horacio Ferrer.”