Sábado, 30 de abril de 2005 | Hoy
INFORMATICA MEDICA: NUEVO SISTEMA DE HISTORIAS CLINICAS
Toda tecnología lleva impresa la marca de su destrucción. No basta con que aliviane el transcurrir humano, le asegure confort y le garantice acceso directo al espacio, los planetas y sus estrellas, o al fondo del mar. Con la misma fuerza de una ley, la tecnología –ya sea la más simple o la más intrincada y atolondradamente compleja– siempre se las arregla para fallar, complicar las cosas o, hasta a veces, pecar de incompleta. Es su condición de ser, su modalidad de herramienta que no la exime de las leyes de la probabilidad ni de la irracionalidad de la burocracia humana.
Las historias clínicas, como método y recurso para documentar por escrito la relación entre médico y paciente (su proceso evolutivo, tratamiento y recuperación, juicios médicos, procedimientos, etc.) es un buen ejemplo de cómo un intento por mejorar la calidad de vida de una persona puede estrellarse contra la calamidad tecnológica. Desde el comienzo de su uso público y masivo en el siglo XX, estos documentos escritos, consultados por médicos al momento de examinar al paciente, sufren de falta de comunicabilidad: una misma persona podía llegar a tener –al ser atendida en dos lugares distantes– dos historias clínicas, cada una independiente de la otra y, lo peor, sin cruzarse entre sí ni priorizar antecedentes de alergias a ciertos medicamentos o afecciones pasadas, por ejemplo. Con el desarrollo de la informática, este problema nada nimio pretendió ser solventado al mudar las historias clínicas a un formato electrónico, con resultados diversos pero nunca satisfactorios (razón por la cual nunca ha sido exitosamente aceptada en ningún país, hasta el momento).
En Estados Unidos y el Reino Unido, desde hace unos años, se ha planteado la necesidad de crear una infraestructura que homologue todas las historias clínicas de su gigantesco sistema hospitalario, para lo cual, en el caso norteamericano, se invertirán 10.000 millones de dólares y calculan poder lograrlo recién para el año 2014.
Acá, en la Argentina, y sin la necesidad de desembolsar esa suma estrafalaria (y casi inimaginable) de dinero, un equipo interdisciplinario de investigadores desarrolló un sistema gratuito de nombre modesto pero lleno de intenciones superlativas: se llama “Angel” (www.proyectoangel.net) y es el primero y único software de administración de historias clínicas que cuenta con el aval de las sociedades médicas más importantes del país.
Desarrollado durante 10 años por el grupo Conmed, este sistema integral de administración de la salud –presentado oficialmente el jueves pasado– permitirá en un futuro no muy lejano que cada médico lleve registro de sus pacientes, turnos, información anónima y estadísticas suministradas a una gran base de datos única a la cual podrán acceder médicos (ya sea cuando una persona se atienda en Buenos Aires o en Corrientes) para mejorar la calidad de los tratamientos y reducir los costos de atención, y farmacéuticos. Al registrarse en un medio electrónico homologado, los datos (protegidos por medios de algoritmos de encriptación y firma digital asimétrica para proteger la privacidad y la confidencialidad de las historias clínicas) permitirán realizar estudios epidemiológicos sobre casos reales, así como tomar decisiones políticas y planes de vacunación, etc.
Las aplicaciones, como se ve, son inmensas: se podrá tener acceso al sistema desde cualquier lugar, incluso dispositivos móviles como celulares. Así, por ejemplo, un enfermero que asista a una mujer desmayada en la calle tendrá la posibilidad de buscar la historia clínica del paciente vía online simplemente ingresando el número de DNI. Pero sobre todo, la homologación de historias clínicas –afirman sus realizadores–ayudará al paciente: por ejemplo, un médico que se encuentra atendiendo a una niña con fractura de brazo con sólo acceder al sistema Angel será capaz de detectar un historial de golpes a lo largo del tiempo en todos los lugares donde ha sido atendida (los padres golpeadores suelen llevar a sus hijos a distintos centros de atención para no ser descubiertos).
Un manera ideal, y hasta angelical, de volver de una vez por todas la atención a quien verdaderamente la necesita: el ser humano.
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