Sábado, 30 de abril de 2005 | Hoy
ANTICIPO
“Por qué nadie me enseñó las constelaciones ni me hizo familiar con el cielo de las estrellas, que están siempre allá en lo alto, y que hoy apenas si llego a reconocer.”
Thomas Carlyle
Quizá muchos de nosotros hayamos proferido alguna vez un lamento similar a éste, pero dirigido a la cosmología y su historia. La intención de este libro es, al menos en parte, ofrecer una pequeña historia de esa maravillosa historia.
Al abordar las ideas cosmológicas de los antiguos filósofos, es fácil convencerse de la importancia que el cielo y el universo han tenido para los hombres desde los albores de la civilización. En las páginas que aquí comienzan veremos pasar las distintas épocas y los personajes que les dieron sentido. Como quizás era de esperarse, los babilonios y los egipcios se anotan entre los primeros lugares, con sus agudas observaciones de los astros. A pesar de que con ellos lo mítico y lo religioso se entremezclaban con lo natural, impidiendo el desarrollo de lo que hoy llamamos “ciencia”, sus aportes resultaron notorios. Con los antiguos griegos, el avance se hará más significativo. Tales de Mileto colocará la piedra fundamental de la ciencia, al desprenderse del elemento mitológico; Anaximandro, Heráclito y tantos otros serán eslabones de una larga cadena que nos llevará a filósofos y matemáticos de la talla de Pitágoras, Platón, Aristóteles y Aristarco.
Muchos pensadores dejaron plasmadas sus ideas e ideales en influyentes textos, que marcarían a fuego la historia de la humanidad. También hubo otros escritos que, a pesar de su importancia, rápidamente caerían en el olvido; muchísimas obras perdidas, algunos fragmentos recobrados, pero que en todos los casos se muestran como el fruto de una inagotable riqueza de observación y de elaboración.
Esta ciencia desarrollada por los griegos ofrecerá a las futuras generaciones una visión del universo tan sólida, que su arquitectura permanecerá inamovible por casi dos mil años, hasta promediar el renacimiento intelectual que dará luz a las ideas de Copérnico. Podemos sin duda afirmar que muchas de las ideas acerca del origen, forma y extensión de nuestro universo ya estaban presentes germinalmente en esa maravillosa cultura, algunas de cuyas concepciones, como veremos, alcanzaron una eternidad estética incomparable, como en el caso de la Divina Comedia de Dante.
A partir de estos textos, originales o comentados, antiguos y modernos también, uno logra hacerse una idea del pensamiento y de las fantasías de quienes abrieron el surco de lo que luego se convertiría en la gran avenida de la cosmología moderna. A medida que crecía el manuscrito, fuimos señalando algunos fragmentos, traduciendo otros, tomando nota de dónde encontrar aquella opinión que habíamos visto citada; así la lista se hizo grande y dio pena privar al lector del fruto de estas lecturas, algunas apuradas, otras en detalle, pero siempre representativas del contexto de las obras de origen. Decidimos entonces incluirlas en el texto, aquí y allá, en la certeza de que nos ayudarán a avalar la historia que nos proponemos contar. Y por eso, una de las novedades de nuestra obra consiste en restituir algunos pasajes de tan hermosas páginas al primer plano de la atención del lector.
Con las ideas de Copérnico, la cosmología alcanza una dimensión revolucionaria que no encontrará límites. Seguirán años de verdaderos avances conceptuales. Hombres como Giordano Bruno, Kepler, Galileo y tantos otros, irán enriqueciendo nuestra visión del universo y despejando el camino para comprenderlo, desde lo más próximo hasta las profundidades del infinito cósmico. Se plantearán justos interrogantes, algunos embarazadoramente simples, como el porqué de la oscuridad de la noche; otros, por el contrario, que requerirán de cambios conceptuales gigantescos para resolverse. Tantas preguntas y tantas balbuceantes respuestas, muchos avances y algunos retrocesos. Son éstos algunos de los temas que nos interesará resaltar en nuestra historia y que haremos a través de personajes, a veces casi desconocidos; otras, de la mano de notables pensadores como Newton y su ley de la gravitación universal o como Einstein y sus teorías de la relatividad.
El científico del siglo XX no se conformó con su pequeña galaxia sino que aspiró a más. Potentes telescopios y novedosos desarrollos teóricos permitieron sondear cada vez más lejos y, como en un túnel del tiempo, explorar cada vez más profundamente el pasado de nuestro universo. Con estos nuevos estudios, los antiguos interrogantes fueron adquiriendo otro matiz, más científico esta vez. Y las viejas preguntas volvieron a florecer. ¿Cómo surgió el universo? ¿Cuál es su forma? ¿Es limitado, o se extiende al infinito? ¿Ha tenido un principio? ¿Tendrá un fin?
Así, de la mano de los avances teóricos y su contraparte observacional, el siglo XX estaba preparado para el surgimiento de la cosmología científica relativista. En este libro narraremos cómo estas nuevas ideas llevaron naturalmente a la hipótesis de un universo en expansión y a la existencia de los llamados modelos del Big Bang, tema central de nuestra obra, para luego ocuparnos de describir las distintas y exitosas predicciones teóricas de estos modelos que hacen que la gran mayoría de los cosmólogos hoy se encuentre alineado en sus filas. Entre éstas, explicaremos cómo fue que surgieron los núcleos de los elementos más livianos: excepcional predicción de los modelos del Big Bang que nos permite conocer cómo era el universo cuando apenas contaba con minutos de vida y se comportaba como un reactor nuclear cósmico. También exploraremos la necesidad de la existencia en el cosmos de materia “oscura” ordinaria (como la que nos forma a nosotros, pero que no emite luz) y no tan ordinaria (no formada de protones, electrones...), así como también los últimos hallazgos observacionales que, a través de precisas observaciones de lejanas estrellas colapsadas, nos indican la existencia de un alto contenido de “energía oscura”.
Contaremos también en detalle la sorprendente historia de un “vestigio del Big Bang”, la llamada radiación cósmica del fondo de microondas, desde su descubrimiento inesperado en 1964 hasta las observaciones de 1002, que mostraron las “semillas” de las galaxias que nos rodean hoy. Y veremos cómo recientemente se emplearon ciertas pequeñísimas “imperfecciones” en este campo de radiación para “pesar nuestro universo” y determinar su curvatura espacial global. Se resaltará también cómo a fines de 2002 se descubrió que este campo de radiación, además, poseía una débil orientación, o polarización, como había sido predicho teóricamente casi treinta y cinco años antes en el marco de los modelos del Big Bang, y se describirán los recientes hallazgos de una misión satelital, llamada WMAP, sobre la historia reciente de nuestro universo: su edad y el fin de las “eras oscuras”, cuando las primeras estrellas comenzaron a formarse.
Todos estos temas nos permitirán compartir al menos una parte de la excitación que los cosmólogos sentimos al hacer ciencia, y dejarán en el lector, quizás, un sabor a concordancia absoluta entre todos los que nos dedicamos a esta aventura... Para que quede claro que esto último no es tan así, el libro concluye con un capítulo frecuentemente olvidado en textos de esta naturaleza: las teorías rivales. Con cierto detalle (y algunas relaciones numéricas precisas y hasta necesarias para el lector interesado) se enumeran varias de las más populares teorías alternativas al Big Bang y se analizan sus virtudes y defectos. Convencido de que “cuando todos piensan igual, nadie piensa”, y aunque el autor confiesa estar alineado entre quienes proponen del modelo estándar de la cosmología, hemos tratado aquí de no forzar al lector a creer en una u otra teoría (¡aunque quizá no lo hemos logrado!). Se muestran, sin embargo, los motivos por los cuales los modelos del Big Bang resultan sólidos y quizá la mejor descripción de la evolución de nuestro universo de la actualidad.
Esta obra va acompañada de apuntes y observaciones, y de un largo glosario de términos quizá nuevos para el lector que se inicia en la ciencia de la cosmología, y que, ¡ojalá!, hagan más fácil su comprensión. Para aquellos que quieran hincar el bisturí hasta el fondo de la comprensión se reservan algunas aclaraciones a pie de página y el noveno capítulo. Se adjunta también una (incompleta) lista de lecturas recomendadas que nos han servido en la redacción y que consideramos que permitirán al lector satisfacer su curiosidad de saber más. Algunas de éstas están en versiones extranjeras, no porque no existan en español, sino sencillamente porque eran ésas las ediciones que estaban a mano al momento de escribir. El interesado hará bien en consultar cuantas estén a su alcance. Es nuestra intención, además, hacer que esta obra permanezca viva y actualizada. Para lograrlo, mantendremos un sitio en Internet con los últimos hallazgos relevantes sobre la cosmología y el Big Bang. Este sitio –que indicamos al final del último capítulo– incluirá también una fe de erratas con las correcciones y aclaraciones de aquellos puntos poco claros que, sin duda, los lectores nos señalarán de su lectura.
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