La planificación es la garantía de una buena conquista. Sin ella, el sitio de Troya, las arremetidas romanas, los destrozos de los cruzados o los genocidios americanos (verdadero nombre de la supuesta conquista de América que se recuerda en el inefable “Día de la Raza”) se habrían dilatado hasta más no poder y en vez de capítulos acotados y nodales en la historia humana habrían sido registrados como novelas por entregas sin fecha cierta de conclusión. Durante cuatro mil años las conquistas fueron domésticas, reducidas y, hasta se podría decir modestas si se las pone a la par del nuevo territorio abierto en el siglo XX cuando el ser humano abandonó para siempre su ya caótico mundo y entrevió su destino en las estrellas. En vez de pueblos llenos de riquezas, oasis de abundantes vírgenes, países ricos en oro (o petróleo), los objetos de deseo de los conquistadores modernos son mucho más heterogéneos y abismales para la imaginación: planetas rojos como el rubí, agujeros negros sin fondo, galaxias multiformes, lunas insólitas o cometas intrépidos.
En esos términos, pues, se avizoran los próximos 30 años en los que la NASA (agencia norteamericana cuyo nombre abreviado es tan o más popular que bebidas gaseosas, zapatillas o hamburguesas) se asoma como la institución rectora de la dirección a tomar y los medios para hacerlo.
Para no romper la tradición desde su origen en 1958, esta agencia espacial cada año solicita a la comunidad científica local algo así como una detallada lista de deseos para planificar sus misiones futuras (a sumarse a los dos viajes fijos: el regreso a la Luna y la llegada del ser humano a Marte). Son los famosos “road maps” que se caracterizan más por su desenfado imaginativo que por su factibilidad. Los presupuestos son despampanantes y el más austero ronda los 300 millones de dólares (costo de la sonda Deep Impact, por ejemplo). Acá van, entonces, las diez misiones con más posibilidades de rascar el cielo:
1
El sucesor del Hubble. Se llama “James Webb Space Telescope” y comenzará a girar alrededor de la Tierra, como el nuevo gran ojo en el cielo, en 2011. Su espejo medirá 6,6 metros de diámetro y su objetivo, además de curiosear en el telón de fondo cósmico, será entender cómo se formaron las primeras estrellas y galaxias en el universo.
2
Una aguja en un pajar. Antes del anuncio del hallazgo de vida extraterrestre, se presume que la bomba informativa vendrá del lado del descubrimiento de un planeta extrasolar parecido a la Tierra. Todas las fichas estarán puestas en el “Terrestrial Planet Finder”, una misión destinada a encontrar aquel símil terrestre. En mayo de 2002, de las sesenta propuestas de diseño, la NASA eligió dos posibles modelos (o métodos) exploratorios: el “Infrared Interferometer” (un grupo de pequeños telescopios situados sobre una estructura fija, o quizás separados y volando en formación a bordo de varios vehículos) y el “Visible Light Coronagraph” (un telescopio óptico más grande, con un espejo principal tres o cuatro veces mayor que el del Hubble y al menos diez veces más preciso). El ganador será anunciado en 2006 y posiblemente sea lanzado entre 2014 y 2025.
3
Testigo del origen. El Big Bang Observer no estará listo para 2025 pero sus constructores ya están entusiasmados. Tienen por qué: este portentoso instrumento estudiará los primeros microsegundos del espacio-tiempo e identificará señales de ondas gravitacionales provenientes de estrellas de neutrones y su medición determinará directamente el ritmo inflacionariodel universo, extendiendo aún más lo poco aportado por el estudio de la energía oscura.
4
El medio es el mensaje. Se sabe que el espacio es monstruosamente grande, seguramente más vasto que cualquier extensión alguna vez imaginada. La “Interstellar Probe” (sonda interestelar) intentará responder una pregunta fundamental: ¿cuál es la naturaleza del medio interestelar y su interacción con el sistema solar? Para ello, analizará in situ polvo, campos magnéticos y rayos cósmicos.
5
Agujeros agujereados. En vez de las estrellas propiamente dichas, se cree que las verdaderas celebridades de acá a 30 años serán los agujeros negros, objetos tan densos que ni siquiera la luz escapa de ellos. Dos misiones, por lo menos, intentarán develar no sólo si realmente existen sino si es posible observarlos directamente. Así están el “Black Hole Finder Probe” (que estudiará la creación y evolución de estas singularidades) y el “Black Hole Imager” que intentará observar el material que cae en un agujero negro.
6
Rasgaduras espaciales. A la hora de bautizar a sus misiones, los científicos de la NASA no son muy originales. Pero a veces se equivocan y terminan creando un aparato con un lindo nombre. Eso ocurrió con un complejo de tres antenas que, separadas por cinco millones de kilómetros, atraparán ondas gravitacionales, algo así como perturbaciones en el espacio, sobras del Big Bang.
7
La intimidad de Júpiter. El gigante gaseoso del Sistema Solar, Júpiter, pronto tendrá visitas. Además de analizar la composición atmosférica, la nave Juno entreverá la posibilidad de la existencia de un centro rocoso de hielo por debajo de las nubes de hidrógeno y hielo. Ya tiene fecha de despegue: 30 de junio de 2010.
8
Europa, Europa. Tres proyectos prometen robarle a la misteriosa luna joviana sus secretos: el Europa Lander buscará en aquel mundo cubierto de hielo evidencias de vida; el Europa Orbiter, a lanzarse en 2008, llegará al satélite en 2011 y a lo largo de 300 órbitas alrededor de la luna, procurará constatar la presencia o ausencia de un océano en su superficie e identificar posibles zonas de descenso para misiones aún más futuras; y finalmente; el Europa Ocean Explorer penetrará su océano (si es que realmente existe tal).
9
Regreso a Venus. El Venus Surface Explorer se asentará en el segundo planeta del Sistema Solar y analizará sus duras condiciones climáticas.
10
Los sucesores del Spirit y el Opportunity. Superar la actuación de estos dos robots exploradores (que aún corretean en la superficie de Marte) va a ser difícil. Aun así el “Mars Science Lab” y el “Mars Sample Return” harán el esfuerzo: el primero, que saldrá en 2009, tendrá diez instrumentos, será tres veces más grande que los rovers actuales y tendrá mejor movilidad, y el segundo hará lo que ninguna nave hizo hasta ahora: descender, colectar muestras y volver a la Tierra.
Bonus track: el “Sun-Solar System Great Observatory” (un enjambre de satélites estacionados entre la Tierra y el Sol) que estudiarán las peculiaridades de las tormentas solares y sus efectos en el planeta; y la “Joint Dark Energy Mission” que analizará la energía más misteriosa de todas: la energía oscura.