Sábado, 28 de enero de 2006 | Hoy
NOTA DE TAPA
Como una parada más de la exploración humana, un continente
espacial aún virgen y ajeno a las miradas curiosas y los escrutinios clínicos, Plutón aguarda. En algo menos de 3500 días, o lo que es casi lo mismo, diez años, el noveno planeta del Sistema Solar, el granadero de la frontera, tendrá visitas: allí llegará, a las 9.20 del
14 de julio de 2015 –como para no perder la cita–, la sonda New Horizons, ni más ni menos que la nave espacial más rápida de la historia, para robarle sus secretos y alimentar su fama.
Por Mariano Ribas
Ya está en camino. Y ciertamente emociona, porque esa máquina, la más veloz que jamás haya partido de la Tierra, carga en sus espaldas con uno de los máximos sueños de la exploración espacial: verle la cara a Plutón, aquel helado y querible mundito de frontera. Desde su descubrimiento, en 1930, el noveno planeta no fue más que un escuálido punto de luz, incluso para los mejores telescopios. Y aún hoy, tres cuartos de siglo más tarde, sigue siendo, básicamente, un gran enigma. Pero también, una vieja deuda: a diferencia de Marte, Júpiter o Saturno, Plutón nunca fue visitado por una nave espacial. Ahora, por fin, la humanidad ha enviado un verdadero “expreso” que, como un rayo, recorrerá los miles de millones de kilómetros que nos separan del planeta del gran Clyde Tombaugh. Se llama, muy apropiadamente, New Horizons (Nuevos Horizontes), y tardará menos de una década en llegar a Plutón y su oscuro reino, el Cinturón de Kuiper, ese inmenso anillo de escombros de roca y hielo que rodea al Sistema Solar. Será un extraordinario viaje de revelación. Y hay algo más: junto a instrumentos científicos, la nave lleva una carga muy especial.
A toda velocidad
El pasado 19 de enero, y después de largos años de idas y venidas, ilusiones y decepciones, la NASA finalmente lanzó al espacio la nave New Horizons. La pequeña exploradora partió rumbo a Plutón desde Cabo Cañaveral, Florida, en la punta de un cohete Atlas 5 (uno de los mejores y más potentes “lanzadores” del mundo). Y en cuestión de minutos, ya había alcanzado una velocidad de 58.000 km/hora, convirtiéndose en la nave espacial más rápida de la historia. No es casual porque, actualmente, Plutón está a casi 5000 millones de kilómetros de la Tierra, y la idea es llegar lo antes posible. A poco del impecable despegue, los primeros OK de la sonda comenzaron a llegar al centro de control, en el Laboratorio de Física Aplicada (APL) de la Universidad John Hopkins, en la ciudad de Baltimore, Maryland. Allí estaba, entre otros, el doctor Alan Stern, que no sólo es la cabeza de la misión, sino una eminencia mundial en astronomía planetaria. “Si todo marcha bien, New Horizons será el cierre de nuestro reconocimiento inicial de todos los planetas del Sistema Solar”, dijo el científico. Desde hace casi dos décadas, Stern sueña con el viaje a Plutón y, desde entonces, ha sido una de las figuras claves en esta aventura. Una aventura inédita, que apenas lleva unos días, pero que tiene por delante largos años.
Una ayudita de Júpiter
New Horizons acaba de realizar una pequeña maniobra para corregir su trayectoria, algo que debe cuidarse al milímetro para llegar a buen puerto. Pero la verdad es que, más allá de chequeos de instrumental y ajustes circunstanciales, nada interesante ocurrirá en todo este año. La cosa tomará más color recién a fines de febrero de 2007, cuando, en tiempo record, la sonda tendrá un fugaz encuentro cercano con Júpiter. Y nada casual, por cierto: la idea es pasar cerca del planeta gigante y aprovechar el tremendo envión que, gravedad mediante, recibirá New Horizons. Así, gracias a esta suerte de “honda gravitatoria”, la velocidad de la nave aumentará a unos aún más impresionantes 75.000 km/hora (suficiente para viajar de la Tierra a la Luna en 5 horas). Así se ahorrarán 5 años en el larguísimo viaje a Plutón. Nada mal. Luego de la ingeniosa maniobra, vendrá un extenso y aburrido paréntesis. La máquina entrará en una especie de “hibernación electrónica”, y los científicos sólo la despertarán una o dos veces por año para chequear sufuncionamiento general, calibrar sus instrumentos y, eventualmente, ajustar su rumbo.
Plutón a la vista
En enero de 2015, y después de haberse devorado, casi sin darse cuenta, unos 4000 millones de kilómetros, New Horizons volverá a abrir sus ojos. Y por primera vez, comenzará a vérselas con el mismísimo Plutón. Al principio, el planetita, de 2300 kilómetros de diámetro (más chico que nuestra Luna), no será más que un punto de luz para sus cámaras. O mejor dicho, dos, porque no hay que olvidarse de Caronte, su gran satélite (de unos 1100 km de diámetro). Tres meses más tarde, en abril, la sonda ya estará a unos 100 millones de kilómetros de Plutón. Entonces, por fin, sus espectroscopios empezarán a obtener preciosos datos sobre su composición y la de su finísima atmósfera. Y sus cámaras tomarán las primeras imágenes pasablemente detalladas del planeta y de sus tres lunas conocidas. Crudas y todo, esas primeras vistas de Plutón y compañía serán, por lejos, superiores a cualquier cosa que hayamos visto hasta entonces.
El encuentro
El clímax ya tiene fecha y hora: las 9.20 de la mañana (hora argentina) del 14 de julio de 2015. Impresiona la precisión –obligada– de los cálculos de tiempo y trayectoria. Y aún más, el sólo pensar que aquel día no tan lejano, mientras estemos desayunando, New Horizons pasará a apenas 9600 kilómetros de Plutón, y al triple de distancia de Caronte. Muy poco en términos astronómicos. Durante esos momentos increíbles, sus siete instrumentos científicos se darán una verdadera panzada. Por empezar, lo más esperado: vistas de película de las superficies del planeta y su gran luna, donde se verán detalles del tamaño de edificios. “Serán las mejores imágenes de Plutón de la historia, y seguramente mostrarán cráteres, zonas erosionadas y otras pistas que nos ayudarán a entender su presente y su pasado”, explicó Richard Binzel, del equipo de la misión. Esas imágenes podrían revelar posibles cambios en el planeta, especialmente fenómenos meteorológicos, como fuertes vientos o eventuales “nevadas” de nitrógeno helado sobre la superficie. Quién sabe. Además, New Horizons analizará a fondo la estructura y composición de sus heladísimos terrenos (en torno de los -230°C). Por último, algo fundamental: escrutará con ojo clínico la ínfima atmósfera de nitrógeno de Plutón, que seguramente sigue ciclos de congelamiento y sublimación a medida que el planeta se aleja o se acerca del Sol, siguiendo esa inmensa órbita que tarda dos siglos y medio en completar.
Toda la información y las imágenes cosechadas durante del fabuloso encuentro serán transmitidas inmediatamente a la Tierra, pero debido a las enormes distancias, esas preciosas ondas de radio tardarán 4 horas y media en llegar hasta aquí. Las observaciones continuarán durante las semanas siguientes. El volumen de datos será tal, que New Horizons tardará otros nueve meses en transmitir toda su cosecha. “Todo lo que hoy sabemos sobre Plutón podría entrar en una tarjeta, pero después de esta misión, podremos llenar libros enteros”, graficó Colleen Hartman, de la NASA.
Y más allá...
Viajar a Plutón es también viajar al Cinturón de Kuiper porque, de hecho, el planeta forma parte de esa región externa del Sistema Solar. Allí está “mezclado” con otros cuerpos similares: incontables bolas de roca y hielo, generalmente de decenas o cientos de kilómetros, que forman un anillo gigantesco, cuyo borde interno comienza inmediatamente después de la órbita de Neptuno, pero que podría extenderse hacia “afuera” dos o tres veces más allá de Plutón. Al día de hoy, se han descubierto más de 1000 objetos por aquellos lejanos pagos, entre ellos, 2003 UB313, de unos 3000 kilómetros (más grande que Plutón), que en cualquier momento podría ser oficializado por la Unión Astronómica Internacional como el “décimo planeta”. Nada menos. Salvo que, al igual que Plutón, sea simplemente catalogado como todos sus demás compañeros de la zona: “Objetos del Cinturón de Kuiper” (KBOs) o “enanos de hielo”, como los astrónomos los están llamando últimamente. Pero ese famoso debate es otro gran tema. Lo concreto es que, si la nave goza de buena salud, la expedición podría tener una yapa: “Si New Horizons sigue funcionando bien después de su visita a Plutón, no la apagaremos”, aseguró el actual administrador de la NASA, Mike Griffin. La idea, audaz y espectacular por cierto, es viajar algunos años más, para sobrevolar uno o dos KBOs.
¿Por qué ir a Plutón?
La astronomía actual ya habla de tres regiones en el Sistema Solar: una interna, donde están los planetas de roca y metal y el Cinturón de Asteroides; una media, donde habitan los gigantescos planetas gaseosos, y finalmente, esta novedosa e inmensa región externa, donde están Plutón y sus compañeros. Las dos primeras regiones han sido –y siguen siendo– muy bien exploradas por montones de naves espaciales desde hace cuatro décadas. Pero la tercera, la de Plutón, Caronte, y los demás “enanos de hielo” –tal como ya los llaman algunos astrónomos– es un terreno absolutamente virgen. Un mar de reliquias heladas, que datan de los primeros tiempos del Sistema Solar, y que piden a gritos ser exploradas. Esa es la tarea de New Horizons. “Vamos a Plutón para explorar una nueva clase de planeta, que no es terrestre ni gaseoso, sino un enano de hielo, y que forma parte de la más populosa clase de objetos de nuestro sistema -explicó Stern– y también vamos a estudiarlos porque tienen que ver con los orígenes del Sistema Solar.” En sintonía con todo lo anterior, no resulta extraño que la Academia Nacional de Ciencias de los Estados Unidos haya colocado a la exploración de Plutón y el Cinturón de Kuiper como la máxima prioridad en misiones espaciales para la presente década. Es una deuda. Es una invitación. Y es casi una obligación ir hasta allí. Vale la pena.
Una carga muy especial
La misión a Plutón tiene un costado no tan conocido. Un par de hermosos detalles cargados de simbolismo. En un rincón de la nave, viaja un CD donde fueron grabados 430.000 nombres. Son personas de todo el mundo que, a lo largo del año pasado, fueron anotándose en el sitio de Internet de New Horizons. Allí viaja, por ejemplo, el nombre de un bebito que ahora tiene 9 meses, pero que tendrá 10 años aquel extraordinario día en que la nave, finalmente, se encuentre con Plutón. De algún modo, Marco y otros tantísimos habitantes de la Tierra, estarán allí.
Cerca del CD también hay una pequeña cajita. Y en su interior, hay un puñado de cenizas del descubridor de Plutón, Clyde Tombaugh. Un homenaje a aquel inmenso astrónomo amateur que murió a comienzos de 1997, a poco de cumplir los 91 años. Su esposa, Patsy, presenció el lanzamiento de la nave. Y al igual que todos sabe que, en cierto modo, en 2015, Clyde se encontrará con “su” planeta.
Apenas ha pasado medio siglo desde que la humanidad colocó su primer satélite en órbita. Y ya hemos explorado, máquinas mediante, casi todos los planetas y lunas del Sistema Solar. Ahora, nos queda ir a Plutón y su reino, aquella lejana frontera helada, desafiante y tentadora. Un hito. Luego vendrán otras fronteras y, como siempre, iremos a su encuentro. De eso se trata buena parte de la aventura humana.
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