LAS CIENCIAS SOCIALES ANTE LA ESCLAVITUD MODERNA
¿Libertad de elegir?
En 1822 el primer ex esclavo de los Estados Unidos llegó a lo que debía ser su tierra prometida: Liberia, un territorio comprado por la Sociedad Colonizadora Americana. Esta Sociedad, formada por un grupo de abolicionistas, se dedicaba a libertar esclavos y a enviarlos a Africa donde supuestamente formarían una nueva sociedad. Entre 1822 y 1867, es decir hasta un par de años después de la Guerra Civil y la emancipación definitiva en Estados Unidos, 6000 ex esclavos negros llegaron a lo que en 1847 pasaría a ser el Estado independiente de Liberia.
Este país resultó muy distinto de la utopía que podría haberse esperado ingenuamente. En vez de construir un lugar en el que la sola idea de esclavitud generara un escalofrío, los recién llegados reprodujeron el sistema en el que habían vivido, sometiendo a los locales que habitaban la selva. Para diferenciarse de ellos, ya que el color de la piel en este caso no era suficiente, los libertos utilizaban ropas similares a los de sus anteriores amos, sin importar cuán distinto resultaba el clima de su nuevo hogar.
En realidad esta historia, aunque resulte extraña, tiene un curso razonable ya que el ser humano tiende a reproducir los sistemas en los que vivió. Este problema, como veremos, es justamente al que se enfrentan algunos científicos sociales de la actualidad al liberar a los esclavos modernos del siglo XXI.
Raros esclavos nuevos
Se calcula que en 1850, en Alabama, un esclavo costaba unos 30.000 U$S actuales, una suma bastante alta resultado del costo de conseguirlos. En la actualidad, debido al aumento de la oferta gracias a una economía mundial de marginación y desigualdad, se calcula que es posible conseguir un campesino esclavo por sólo 100 U$S. Un poco más es necesario para comprar un niño jockey de camellos o una niña para que ejerza la prostitución.
Un artículo de Scientific American de este mismo año, llamado “Psicología Social de la Esclavitud Moderna”, habla de la problemática que este tema genera en las ciencias sociales, una herramienta indispensable para la liberación de esclavos en las distintas instancias del proceso.
En primer lugar deben ayudar a determinar la cuestión de quién es un esclavo en la actualidad. Por ejemplo, es difícil categorizar el tipo de relación que se establece en los sweatshops, unas fábricas con obreros hacinados que reciben sueldos ridículos. Los sweatshops (literalmente “establecimientos de sudor”), que generalmente producen para las grandes marcas internacionales, fueron furor en algunos de los tigres asiáticos que al competir entre sí por atraerlos, deterioraron aún más las condiciones laborales. Los “empleados”, generalmente mujeres jóvenes, reciben sueldos insuficientes para la supervivencia a cambio de tiempos de trabajo que les impiden no sólo la sindicalización sino las cosas más elementales de sus cortas vidas. Pero aun así es difícil determinar si son esclavos, ya que estas personas tienen la “libertad” de no aceptar el trabajo siempre y cuando encuentren una alternativa en una economía local generalmente devastada. Eso sí, tendrían que apurarse a conseguirla, ya que después de un tiempo de trabajo en esas condiciones alienantes es difícil que puedan volver a desempeñar alguna otra tarea. Pero suponiendo que se logra detectar un esclavo, aún es necesario lograr su libertad. La forma de lograrla depende de cada caso. Un tipo de esclavitud particularmente interesante de comentar es la que se establece por medio de préstamos impagables que se transmiten de generación en generación y que mantiene pueblos enteros esclavizados. Esto es lo que sucede en ciertos lugares de la India, por ejemplo, donde en algunos casos los asistentes sociales organizan a los esclavos-deudores para que ahorren lo suficiente y compren la libertad de uno que, una vez emancipado, ahorre más deprisa, compre otra libertad, y así sucesivamente. Pueblos enteros son liberados de esta forma. Pero, lamentablemente, en algunos casos, es en esta libertad en la que comienza el verdadero desafío.
Esclavos mentales
A veces, después de un tiempo, muchos de los libertos volvían a aceptar las condiciones de esclavitud, para desesperación de los trabajadores sociales. Se justificaban: “Por no ser esclavo, el amo ya no nos daba comida. Así que fui a verlo y le pedí que volviera a tomarme. Me dijo que no era necesario que me prestara dinero de nuevo. Ahora no tengo que preocuparme tanto: sé qué tengo que hacer”.
Cristina Talens, del Comité contra la Esclavitud Moderna, que trabaja por la liberación de esclavos traídos a París, aseguró que “a pesar de la violencia y las condiciones de vida y trabajo, las personas en estado de esclavitud tienen su propia integridad mental y mecanismos de supervivencia. Algunas de las mujeres liberadas intentaron suicidarse”.
Las organizaciones que luchan contra la esclavitud buscan métodos para asegurar que la independencia psicológica acompañe a la independencia económica. La fundación india Vidhayak Sansad, por ejemplo, ha liberado esclavos-deudores en los últimos 20 años, lo que la ha enfrentado con la esclavitud psicológica con frecuencia. La ONG ha elaborado un plan educativo en el que se les enseña a los libertos un poco de ciencia básica, se proponen representaciones y juegos en grupo que les permitan reubicarse como personas capacitadas para decidir. El problema es encontrar metodologías generales que se puedan aplicar en distintos lugares con algún grado de efectividad. Por ahora no se ha encontrado y no existe ninguna forma de evaluación sistemática de los programas. La dificultad está centrada en la compleja relación que se produce entre el amo y el esclavo, y cómo romperla.
De cualquier manera, la tarea de volver a transformar a los esclavos en personas independientes no será fácil, sobre todo mientras el sistema mundial siga produciendo cada vez más desclasados dispuestos a venderse en cuerpo y alma por un plato de comida.