Sábado, 16 de julio de 2011 | Hoy
PALEOANTROPOLOGIA: VIDA Y MILAGRO DE LOS AUSTRALOPITECOS
Los australopitecos, parientes de nuestro género humano de más o menos tres millones de años atrás, son unas criaturas enigmáticas para la ciencia: todo lo que sabemos y queremos saber sobre ellos hay que inferirlo de sus huesos fósiles.
Por Martín Cangliani
Efectivamente, en ellos buscamos el origen de la forma en que caminamos hoy en día; en ellos buscamos el origen de las estrategias alimentarias que nos definieron; y es en ellos que buscamos ahora el origen de algunos comportamientos sociales que marcaron a nuestros antepasados.
Mientras estudiaban la dieta de estos parientes nuestros, un grupo de paleoantropólogos descubrió una pieza clave para conocer cómo era la sociedad de los australopitecos, o al menos cómo eran sus costumbres sociales.
Al parecer, según un nuevo estudio publicado en Nature, los australopitecos enviaban a sus mujeres a vivir con grupos vecinos, mientras que los machos permanecían cerca del lugar en el que habían nacido, al igual que ocurre entre los chimpancés de hoy en día y en diversas poblaciones humanas de cazadores recolectores.
Si viajásemos a Sudáfrica unos 2 millones de años atrás, nos encontraríamos con varias especies de homínidos bípedos. Dos de ellas del género Paranthropus y al menos una del género Australopithecus. En el resto del continente encontraríamos más especies, incluidas algunas del género Homo, el nuestro. Para el estudio del que hablábamos antes se partió del examen de los dientes de Paranthropus robustus y de Australopithecus africanus.
Veinte años atrás se consideraba que esas dos especies pertenecían a los australopitecos, pero al descubrir nuevos y más completos fósiles se vio que eran muy diferentes. Ambas vivieron en Sudáfrica, y la mayoría de sus fósiles fueron descubiertos en las cavernas de Sterkfontein.
P. robustus era una criatura de aspecto simiesco, pero que caminaba en dos patas de forma habitual. De cráneo y mandíbulas robustas, y baja estatura, no pasaba del metro treinta. Se conocen fósiles de entre 2 y 1,2 millones de años de antigüedad. A. africanus era más grácil y algo más alto, pero más antiguo también, ya que sus fósiles abarcan un período que va de entre 3 y 2 millones de años antes del presente.
En la actualidad se considera que ambos pertenecen a una rama extinta de nuestro arbusto evolutivo. Lo que se conoce en biología evolutiva como un callejón sin salida.
En el estudio publicado en Nature, los autores realizaron un análisis químico de los dientes fósiles de A. africanus y P. robustus con una antigüedad de entre 1,8 y 2,2 millones de años. Todos descubiertos en dos cuevas de Sudáfrica, en Sterkfontein los primeros, y en Swartkrans los segundos.
El equipo de científicos de la Universidad de Colorado, Estados Unidos, descubrió mediante este análisis que las hembras de estas dos especies no eran originarias del lugar en el que murieron, mientras que los machos sí. Esto permite asumir que las hembras dejaban a su grupo originario para ir a vivir en otros grupos lejanos, mientras que los machos vivían y morían cerca del lugar en el que habían nacido.
Los fósiles no nos muestran tanto sobre cómo fue su vida sino cómo fue su muerte. Los paleontólogos y paleoantropólogos deben deducir cómo vivió el fósil cual detectives, buscando las pistas que han dejado esos seres en lo único que ha llegado hasta no-sotros, sus huesos.
Los homínidos analizados pertenecían a especies con un amplio dimorfismo sexual, es decir que machos y hembras diferían en tamaño. Como muchos primates de hoy en día, gorilas y chimpancés, los machos eran más grandes que las hembras, principalmente porque debían luchar para conservar su dominio sobre el harén de hembras.
Esta condición se ve reflejada en los fósiles por las diferencias en el tamaño de todos los huesos, incluyendo los dientes que son muy útiles para conocer la edad de un fósil o del dueño de cualquier diente, puesto que tienen marcas similares a los anillos de los árboles.
En el estudio de Nature se muestra que los dientes de mayor tamaño, que corresponden a los machos, tenían un tipo de estroncio igual al de las cuevas en las que fueron descubiertos, mientras que los dientes de menor tamaño tenían un tipo de estroncio diferente.
Casi el 90 por ciento de los dientes grandes eran locales contra menos de la mitad en el caso de los dientes pequeños. Según los autores del estudio, la mejor explicación para estos resultados es que las hembras dejaban a su grupo social cuando alcanzaban la madurez.
Igualmente, al tratarse de unas pocas muestras, no es algo que se pueda generalizar y extrapolar a todos los miembros de las dos especies estudiadas.
Lo más interesante de este estudio son las implicancias que trae aparejadas. Si bien es una muestra pequeña como para generalizar, permite arrojar un poco de luz sobre la vida cotidiana y las costumbres sociales de los homínidos tempranos.
La forma de las familias o grupos sociales de nuestros ancestros y parientes homínidos ha sido sólo materia de especulación, ya que nunca se tuvieron muchas evidencias claras. Basándose en el tamaño de los machos y hembras, del dimorfismo que comentábamos antes y los patrones de comportamiento de otros primates actuales, se puede asumir que las dos especies analizadas vivían en grupos relativamente grandes, dominados por un macho que tenía un harén de hembras. También permite asumir a los especialistas que la costumbre de estos antiguos homínidos era no alejarse mucho de su región natal, al menos en el caso de la mayoría de los machos. El panorama se podrá aclarar con más estudios similares.
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