ASTRONOMIA: UN NUEVO OBSERVATORIO EN ORBITA
› Por Mariano Ribas
En menos de una década, el venerado trono del Hubble será ocupado por un nuevo y gigantesco telescopio espacial. Y es lógico que así sea: durante los últimos doce años, el célebre observatorio orbital no ha hecho otra cosa que asombrar a los astrónomos, regalándoles las mejores vistas jamás tomadas de montones de galaxias, nebulosas y cúmulos estelares. Y al mismo tiempo, precisas mediciones que han servido para entender mejor la escala del universo, su velocidad de expansión y en consecuencia, su edad. A la luz de su estruendoso éxito, esta formidable máquina de mirar pedía a gritos un sucesor. Ahora, después de varios años de analizar distintos modelos posibles, los científicos de la NASA ya han elegido al heredero del Hubble.
Historia del proyecto
A principios
de 1996, un grupo de astrónomos norteamericanos se reunió en los
cuarteles de la NASA para discutir un proyecto sumamente tentador: construir
un telescopio espacial mucho más grande que el Hubble. Un superojo capaz
de examinar, más y mejor, el interior de las nebulosas, para conocer
aún más los intrincados mecanismos que dan origen a las estrellas.
Y también asomarse a las fronteras del universo observable. Teniendo
en cuenta que el Hubble cuenta con un espejo primario de 2,4 metros, la idea
era construir un aparato que tuviese, al menos, uno de 4 metros, para aumentar
notablemente la capacidad colectora de luz (lo más importante de cualquier
telescopio). Por entonces, ya se hablaba del Next Generation Space Telescope
(Telescopio Espacial de Nueva Generación) o, simplemente, NGST. Poco
más tarde, tres candidatos salieron de los tableros de diseño,
incluyendo uno de la propia NASA. Y desde entonces, astrónomos, técnicos
e ingenieros de la NASA han estado analizando pros y contras. Finalmente, hace
poco, dieron su veredicto: el elegido es el supertelescopio propuesto por TRW,
una empresa con base en Redondo Beach, California. Pero le faltaba un nombre
no tan técnico, y la NASA acaba de bautizarlo James Webb Space
Telescope (JWST), en homenaje al segundo administrador que capitaneó
la agencia espacial norteamericana entre 1961 y 1968 (una época dorada
en la que se desarrolló el programa Apolo y se lanzaron setenta y cinco
misiones espaciales, incluyendo varias sondas interplanetarias).
Como sera el James Webb
Con un costo
estimado de 825 millones de dólares (el Hubble costó el doble),
el JWST tendrá un espejo compuesto de 6 metros de diámetro. O
dicho de otro modo: una superficie colectora de luz 6 veces mayor que la de
su antecesor. Y su diseño será totalmente innovador (como se ve
en la ilustración): no tendrá un tubo, sino que su óptica
estará al descubierto. Pero, a la vez, contará con un enorme escudo
desplegable (de unos 20 metros), que no sólo bloqueará la molesta
luz solar, sino que, al mismo tiempo, mantendrá frío su instrumental.
El resto del JWST será una batería de instrumentos científicos
(espectroscopios, cámaras y otros) que permitirán exprimir al
máximo su capacidad. Según parece, el JWST estaría listo
para 2010. Y no sería colocado en órbita alrededor de la Tierra,
como el Hubble (que está a sólo 600 kilómetros de distancia),
sino a 1.500.000 kilómetros, en dirección exactamente opuesta
al Sol y en unaórbita individual en torno de nuestra estrella. Lo que
no está del todo claro es cómo llegará hasta allí,
aunque lo más probable es que sea lanzado en un cohete.
El desafío es grande, y los costos también. Si el Hubble sacudió
la astronomía de fines del siglo XX, es difícil imaginar el potencial
científico de un monstruo seis veces más sensible a la luz. Sus
principales blancos serán las galaxias más lejanas y antiguas,
los discos de materiales que rodean a muchas estrellas promesas de futuros
sistemas planetarios y los agujeros negros supermasivos ocultos en el
centro de las grandes galaxias (que no se ven directamente, pero pueden detectarse
a partir de su influencia gravitacional). La aguda mirada del JWSP serviría
para observar, en forma directa, planetas extrasolares en torno de estrellas
cercanas. O nuevos objetos en las siempre sorprendentes fronteras del Sistema
Solar. O quien sabe qué cosa ni siquiera sospechada. Lástima que
haya que esperar hasta 2010, pero el asombro está asegurado.
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