“Creo que la ciencia tiene una estética propia, una estética que es buscada por los mismos científicos. Por eso es posible aplicar a las ciencias determinadas categorías estéticas. Algunas ciencias son clásicas, otras barrocas, y hay también ciencias neoclásicas. La matemática, en particular, tiene un contenido estético muy grande. Y, aparte, la ciencia es una manera de ordenar del mundo y el arte es también eso, ¿no?”, afirmó Moledo en una entrevista que le realizó la revista Cabal Digital el año pasado. Le faltó agregar algo que también era parte de su corpus de creencias y que ponía en práctica cada vez que escribía un artículo o editaba una entrevista: que la divulgación científica es/debe ser una forma de arte con un contenido estético cuidadosamente pulimentado.

Junto con la ciencia y la literatura, la historia o la filosofía fueron otras de sus grandes pasiones. Por ello en su opinión el periodismo de ciencia no podía limitarse a ser sólo una aséptica crónica de complicados logros científicos traducidos en un lenguaje comprensible para la sociedad. Para Moledo la divulgación debía ayudar a clarificar y comprender el entramado de relaciones histórico-sociales en que se desarrollan la ciencia y sus descubrimientos. La frase “La divulgación científica es la continuación de la ciencia por otros medios”, con la que encabezaba su blog y cerraba todos sus correos electrónicos, en gran medida expresa ese convencimiento. Y también la convicción de que parte de la tarea del divulgador consiste en cuestionar desde distintos ángulos la relación entre ciencia y sociedad.

Sus libros, artículos y entrevistas marcaron un antes y un después en el periodismo científico argentino. Con la muerte de Moledo desaparece también una forma única e irrepetible de divulgar la ciencia. Lo vamos a extrañar.