Sáb 04.01.2003
futuro

MATEMATICA: EL “PALIMPSESTO DE ARQUIMEDES”, UN VIAJE CASI INFINITO

Duro de borrar

Por Federico Kukso
y Leonardo Moledo

No es más que un pequeño libro de 18 por 15 cms. y 174 páginas, sucio, mohoso y casi ilegible. Pero guarda el pensamiento de uno de los más grandes matemáticos de todos los tiempos. Se trata del manuscrito más conocido como el “Palimpsesto de Arquímedes”, que contiene, entre otras cosas, ni más ni menos que su Método de los teoremas mecánicos, que se consideraba perdido.
La historia es así: en el siglo X, un escolástico medieval en Constantinopla copió el tratado sobre vitela (un pergamino de piel de animal), tal vez del original griego. Pero el códice (de 94 folios) no tuvo suerte, ya que doscientos años más tarde un monje del siglo XIII fabricó con él un palimpsesto: si-guiendo el extendido método medieval pre Galaxia Gutenberg, raspó las páginas casi borrándolas, las cortó por la mitad y las invirtió 90º para escribir encima un libro de oraciones cristianas ortodoxas.
Aparentemente (y por suerte), el buen monje no raspó demasiado ni completamente a fondo, porque parte del texto original permaneció oculto bajo rezos y plegarias. Digamos de paso que, puesto que el códice había sobrevivido a los saqueos y a las incendios en Constantinopla durante la Cuarta Cruzada (1204), ya tenía cierto entrenamiento como para soportar el “borrón y cuenta nueva” del buen eclesiástico. Luego, estuvo 600 años en un monasterio ortodoxo griego cerca del Mar Muerto, hasta que fue a parar a una biblioteca de la entonces Constantinopla y hoy Estambul. Allí fue redescubierto en 1906 por el filólogo danés Johan Ludvig Heiberg, a quien le llamó la atención la abreviatura de la palabra griega kuklos (círculo). La noticia de que había aparecido El método de los teoremas mecánicos de Arquímedes fue una bomba: el New York Times le dedicó su tapa el 16 de julio de 1907.
Pero el asunto no había terminado: después de la Primera Guerra Mundial, tras algunas idas y venidas, el palimpsesto fue a parar en la década del 30 a las manos de una adinerada familia francesa que casi 70 años después decidió subastarlo: el 29 de octubre de 1998, la casa Christie’s de Nueva York lo vendió en casi dos millones de dólares. El palimpsesto de Arquímedes había reaparecido.
Bajo la superficie
En un gesto más que altruista, su comprador, que prefirió el anonimato, lo prestó a la Galería de Arte Walters, en Baltimore, para su conservación y estudio. Y ahí empezó el trabajo de recuperación (casi detectivesco) a cargo de dos equipos –uno del Instituto Rochester de Tecnología y otro de la Universidad Johns Hopkins– que mediante un proceso conocido como imagen multispectral aprovecharon una pequeña diferencia en la reacción de las tintas utilizadas para los dos textos (la transcripción de la obra de Arquímedes y el de las oraciones) ante la luz de rayos ultravioletas e infrarrojos. “El plan actual es tener la transcripción completa para 2005”, afirmó a Futuro el profesor Reviel Netz de la Universidad de Standford, uno de los encargados de estudiar el palimpsesto.
Pero, ¿por qué tanto revuelo por ese libro en particular? Resulta que, según parece, y a medida que avanza el desciframiento, en el Método..., Arquímedes avanzó con mucha audacia sobre la noción de infinito, al que se había aproximado mediante el sistema llamado “de exhaución”. Pero según relata Netz, Arquímedes estaba tratando –nada menos– de establecer de manera rigurosa la noción de cantidades infinitesimales y reglas para su manejo, algo que recién sería desarrollado por Newton y Leibniz en el siglo XVII, cuando inventaron el análisis matemático. Así, Arquímedes se les habría anticipado 1800 años.
No es tan raro. Arquímedes (285-212 a. C.), además del matemático más grande de la antigüedad, fue algo así como un hombre renacentista pero a la griega: también físico e ingeniero, inventó catapultas, estableció las leyes de la palanca y la hidrostática, asociadas estas últimas a la famosa leyenda que lo muestra corriendo desnudo por las calles de Siracusa gritando ¡eureka! (lo encontré) cuando descubrió el principio (que hoy lleva su nombre) sobre el empuje que sufren los cuerpos sumergidos en un líquido (y a través del cual se descubrió que el rey Hierón había sido estafado al encargar una corona de oro).
Ahora, el palimpsesto muestra que, además, Arquímedes adelantó ideas de Newton y Leibniz. Uno se pregunta qué habría ocurrido en la historia de las matemáticas si los hombres del Renacimiento hubiesen conocido el manuscrito. Un libro hubiera hecho la diferencia; como tantas veces.

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