Sábado, 31 de mayo de 2003 | Hoy
CIENCIA Y ARTE
Por F. K.
El numero de oro
Ya los pitagóricos
(siglo V a. de C.) y otros grandes matemáticos griegos como Eudoxo y
Euclides intentaron reducir o explicar conceptos tan intrigantes como los de
belleza y armonía recurriendo a relaciones y proporciones numéricas:
el mundo clásico griego prehelenístico rindió culto al
número de oro (también conocido como número
de Fidias, o como razón áurea, que recién recibió
su símbolo Fi, la sexta letra del abecedario griego en el
siglo XX, y que situaron en la base de esculturas, estatuas y edificios como
el Partenón de Atenas).
Leonardo
da Vinci y el Renacimiento
En 1509, el matemático Luca Pacioli publicó un libro
(De Divina Proportione) enteramente dedicado a número de oro. En él,
Pacioli propone una suerte de hombre perfecto que respeta la regla
de la proporción áurea: a saber que la relación entre la
altura y la distancia desde el ombligo a la mano es el número de oro.
El gran Leonardo Da Vinci (1452-1519) se encargó de ilustrarlo. Precisamente,
en El hombre de Vitrubio (que, dicho sea de paso está basado
en las teorías del arquitecto romano del siglo I a.C., Marco Vitruvius
Pollio), Leonardo expuso su concepción del hombre universal, inserto
en un cuadrado y un círculo, símbolos geométricos de equilibrio
y perfección (ver imagen).
Si de arte y ciencia se habla, y de sus relaciones, Leonardo es una estación
obligada, casi un símbolo del hombre universal, ideal del
Renacimiento: fue pintor, escultor, ingeniero, anatomista (y la lista sigue).
En fin, inventor. Sólo admitía como verdaderos métodos
científicos la observación de la naturaleza y la experimentación
(adelantándose incluso a Francis Bacon). Artistas como él (y Verrocchio,
Mantegna, Miguel Angel, Rafael, para mencionar algunos) contribuyeron decisivamente
al avance de la medicina. Leonardo estudió cadáveres humanos (sobre
los que realizó disecciones, con el consiguiente desafío a los
dictámenes de la Iglesia), a partir de los cuales hizo dibujos y bocetos
de huesos, órganos y músculos con un alto grado de realismo, verdaderos
antecedente de la Fábrica del cuerpo humano de Andrea Vesalio (1514-1564),
que inaugura oficialmente la anatomía moderna.
Alberto Durero y los
cuadrados magicos
En 1514 un joven
pintor alemán de Nuremberg llamado Alberto Durero (1471-1528) grababa
su famosa Melancolía (1514), en la que se ve arriba, a la derecha, un
cuadrado mágico, esto es, un cuadro de números dispuestos
de manera tal que la suma de sus filas, columnas y diagonales es idéntica.
Los cuadrados mágicos eran un tópico común entre los matemáticos
del Renacimiento.
Jackson Pollock y los fractales
Hace poco, investigadores del Londons Imperial College (Gran Bretaña)
sugirieron que las obras abstractas de Jackson Pollock (1912-1956) llaman tanto
la atención porque de alguna manera imitan al mundo natural. Más
precisamente, su disposición fractal, esto es, mostrar la
misma estructura en todas las escalas. La técnica de Pollock, pionero
del expresionismo abstracto, era de por sí bastante peculiar: arrojaba
azarosamente trazos de pintura sobre un lienzo. Según asegura el matemático
Jeldtoft Jensen, de manera consciente o inconsciente Pollock imitaba los patrones
fractales, y si se amplifica cualquier parte de un cuadro de Pollock, se obtendrá
el patrón del cuadro entero.
El mundo de Escher
En mayo de 1956,
el artista gráfico holandés Maurits Cornelis Escher (1898-1972)
terminó su litografía Galería. Y en una carta
a su hijo Arthur le comenta: Creo que nunca hice algo tan peculiar en
mi vida como esta obra. Entre otras cosas, muestra a un joven viendo con interés
un cuadro de una exhibición en la que hay una obra que lo incluye. ¿Cómo
puede ser? Quizá no me alejé mucho del universo curvo de Einstein.
A pesar de no tener estudio alguno en matemáticas o ciencias (más
allá del secundario), sus obras parecen decir lo contrario. Una vez dijo:
A menudo me encuentro más cerca de los matemáticos que de
mis colegas los artistas. Todos mis trabajos son juegos. Juegos serios.
Además de sorprender a simple vista, el trabajo de Escher atrapa porque
pone a disposición del espectador, y muy nítidamente, conceptos
como los de infinito, simetría, dualidad y transformación. Como
Duchamp, Escher se inspiró en Poincaré (y estudió sus trabajos
sobre superficies hiperbólicas). Además, trabajó en estrecha
colaboración con el matemático inglés Roger Penrose.
Marcel Duchamp, Stephen
Jay Gould y Henri Poincare
En 1917 Marcel
Duchamp presentó en Nueva York el primero de sus llamados ready-mades,
un mingitorio de porcelana que tituló Fuente. Desde entonces, muchos
se preguntaron de dónde había sacado la idea de estos objetos
cotidianos que se vuelven obras de arte por el solo hecho de selecccionarlos.
La escultora Rhonda Roland Shearer y su marido, el biólogo y divulgador
científico Stephen Jay Gould, se dedicaron muchos años a estudiar
el asunto. Y llegaron a la llamativa conclusión, publicada hace unos
años en la revista Science, de que al parecer Duchamp se inspiró
para hacer sus famosos ready-mades (o toutfait) en el ensayo Ciencia y Método
(1908), escrito por el matemático francés Henri Poincaré
(1854-1912). Allí, el matemático se explaya sobre la naturaleza
de la creatividad en matemáticas y su grado de impredicibilidad. Para
describir tal proceso inconsciente inventó la expresión ready-made,
sugiriendo que el proceso de descubrir es un sistema racional (aunque
inconsciente) de selección entre varias posibilidades que ya están
presentes en la mente.
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